domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 9: El escenario de la sangre

¡Ciclos, confusos, de sangre y fuego!
¡Soldados a la piel por su propio dueño!
¡Hoy, huyen mutilados de su propio cuerpo!
¡El mañana no estará, para él habrá muerto!

Las luces parpadeaban haciendo que los movimientos de todos los de su alrededor se volviesen lentos. Los decibelios de los gritos y silbidos de la muchedumbre eran superados tan solo por la música, que rugía como una bestia salvaje. Lenka jamás había escuchado algo parecido en sus veintitrés años de vida. Cierto era que su vinculación con la música nunca había pasado de algún pequeño concierto en pequeñas poblaciones costeras, y eso había ocurrido cuando aún se dedicaba a la piratería, cuando aún estaba él… Pensar en el pasado le provocó una punzada en el pecho así que intentó dejar de pensar en ello y disfrutar del momento.

Los riffs eran sencillos y rápidos; como si tuviesen que llegar pronto hasta ti y colarse bajo tu piel; como los del grupo de la noche pasada, solo que estos lograban ser auténticos y filtrarse en el interior de tu cabeza. Los samples jugaban con melodías entrecortadas arañándole el protagonismo a un bajo pesado y arrollador. Todo iba rápido, al ritmo que imponía una frenética batería.

Se encontraba fascinada por toda esa descarga de furia y odio concentrado, por esas letras decadentes que no lograba entender del todo, por esa voz desgarrada y visceral, por el show y por los músicos.

El bajista lucía un ciberbrazo que ni siquiera llevaba cubierto de piel artificial y en su torso desnudo se apreciaban cientos de tatuajes lumínicos. Sin embargo sus gestos obscenos y su inagotable capacidad de moverse de aquí para allá no conseguían eclipsar al cantante, que permanecía en el centro del escenario atrayendo gran parte de las miradas. Tras estudiarlo ligeramente dedujo que era atractivo y aunque sus ojos no podían verse a través de esas gafas de ahora lentes rojizas, podía intuir que estaban cargados de fuego.  Tecnopelo seguramente, pensó la mecánica al ver la cresta de rastas verdes y rojas.

Cuando notó unas manos deslizándose por sus caderas todo el espectáculo dejó de importarle y se puso alerta preparada para cualquier tipo de ataque, pero al ínstate volvió a bajar la guardia ya que el oportuno individuo se había topado con el bulto del rifle de su espalda y había preferido guardar distancias o buscarse otro ligue. Lenka sonrió ligeramente, sin temor a exhibir lo mucho que le gustaba despertar, tanto en hombres como en mujeres, ese tipo de deseos. Se recolocó el abrigo y miró a su alrededor: todos parecían absortos en el concierto, disfrutando de la sesión de rock procrónico. Junto a él un tipo enorme meneaba la cabeza rápidamente mientras bebía una cerveza trans. Su cara estaba completamente tatuada por unos tribales de amarillo fluorescente que hacían juego con los cables del mismo color que cruzaban su brazo desde el cuello hasta la mano. Dos chicas, una con una máscara de gas y la otra con los ojos de gato y dientes de plata, saltaban y gritaban delante suya como si les fuese la vida en ello. Entre canción y canción intentaban llamar la atención del cantante llamándolo y provocándolo. Discordia Sintética, así es como se llamaba el carismático músico.

Continuó mirando a su alrededor hasta que encontró a alguien que le llamó la atención. A pocos metros a la izquierda de ella se encontraba la japonesa que había visto entrar hacía ya una hora con aquella banda. Los chicos del pañuelo rojo estaban a su alrededor disfrutando del concierto como el que más pero ella permanecía seria con los brazos cruzados. Junto a la joven un tipo de la banda le decía algo al oído. A Lenka, el chico le pareció guapo en exceso con un gesto de desenfado en el rostro que lo hacía agradable. La que debía ser su novia, la joven japonesa, asentía mirando a su alrededor, prestando poca atención al espectáculo.

-¡Sois de… puta madre hijos de GoreCity! –gritó Discordia Sintética mientras alzaba su puño derecho y dejaba que los gritos continuaran durante un rato. Cuando los samples de la canción que acababan de tocar cesaron continuó -¡Hoy, es una noche muy especial pues como ya sabréis Psycholedic-Discordia presenta nuevo tema…! –calló durante unos segundos saboreando el estallido de aplausos, gritos y demás alabanzas - ¡… pero no pensamos tocarlo hasta que no lo pidáis de verdad!

Una nueva avalancha de gritos volvió a los oídos del cantante que no podía más que disfrutar del momento. Le encantaba saber que tenía a toda esa gente bajo su pequeño encantamiento de música, sombras y luces. Él sabía que debía decir todo aquello para enardecerles, para crear el clímax adecuado. Debía ser así pues era de vital importancia que conquistasen aquella ciudad pedazo a pedazo, concierto tras concierto. Estaba convencido de haber nacido para ello y por eso su determinación era absoluta, o al menos eso se hacía creer a sí mismo para que todo saliese según lo planeado.

Cuando la muchedumbre comenzó a pedir “muere, puta, muere”, el cantante, compositor, guitarrista y cofundador de Psycholedic-Discordia asintió satisfecho. Ahora tenían toda su atención.

-¡Hijos de GoreCity, hace unos días se perpetró un crimen atroz no muy lejos de aquí! Miles de personas fueron privadas de sus hogares. Esa gente, expoliada y humillada, no ha podido más que resignarse a aceptar las migajas que les han arrojado. No hace falta que os diga quienes son los responsables de este imperdonable crimen. ¡La Fundación SPER! –Ahora los gritos eran de odio y rabia, de solidaridad y violencia. –¿Pero pensáis que esos cerdos actúan solos? ¡No! La policía se ha cruzado de brazos ante esta putada. –Meter a esos cerdos defensores de la “ley” por medio siempre funcionaba. -Esos hijos de puta creen que pueden poner sus laboratorios y su mierda donde les plazca pero hoy les demostraremos que no es así. ¡Esta noche temblará todo el décimo distrito por miedo a sus verdaderos dueños! –Mientras alzaba las manos intentado abarcar a toda la multitud que se revolvía como un animal indomable empezó a distinguirse un sonido similar al de una maquina en funcionamiento.

Una rápida mirada a Repulsión Plástica y a Castigo Corporal le bastó para dar comienzo al hit.

Mientras deslizaba los dedos por los trastes desprovistos de cuerdas de su guitarra y daba paso al riff principal, Repulsión se dedicaba a provocar a los de la primera fila gritando, escupiendo y sacando la lengua. La batería comenzó a sonar a los pocos segundos y tras una intro corta y ligera llegó un silencio que pareció enmudecer toda la sala, las luces se apagaron durante el segundo que duró el parón instrumental para volver a encenderse en una orgía de destellos y sonido arrollador que inundaron la sala de adrenalina.

Tras el estribillo en el que todos se sumaron al “muere, puta, muere” que dictaba fielmente la letra Discordia no cabía en sí de júbilo. El concierto estaba llegando a su fin y ya podía clasificarse como un éxito redondo. Dentro de poco viviría a cientos de metros de polvoriento suelo, en otro barrio, o incluso en otro distrito y no tendría que volver a lidiar con gente como el Gerente de su edificio o cualquier otro “mierda”. Mientras saboreaba el inminente éxito un joven con una camiseta de Psycholedic-Discordia llena de agujeros y la cara y los brazos repletos de piercings, microleds subcutáneos y tatuajes térmicos saltó la valla de seguridad, consiguió escabullirse entre los dos gigantones de seguridad que se encontraban frente al escenario y subió a él tambaleándose extendiendo los brazos hacia el músico y con una expresión de entusiasmo y regocijo en la cara. Pronto vendría Jacob y lo sacaría de una ostia pero antes de que eso pasará ¿por qué no darle un abrazo para que todos vieran lo mucho que quería a sus fans y lo cerca que estaba él de todos ellos? Alzó la mano derecha mientras que con la izquierda seguía presionando los trastes y se la extendió al chico para que se alzara. Fue en ese momento, por encima del hombro del joven, cuando lo vio.

A Samishii no le gustaba mucho el grupo, había visto a demasiados como aquel. Todos parecían ser los mejores y haber reinventado la música pero la verdad era que no hacía más que la misma mierda. A ella le gustaba declararse fiel a grupos más antiguos, con mensajes más retorcidos y encriptados y no tan vehementes y tan repletos de crítica social.

-Crítica social, vaya mierda. –Pensó la ingeniera mientras conseguía distinguir entre la amalgama de sonidos unos punteos de bajo que le agradaban.

Roy seguía hablándole de una pelea que había tenido con Marco, otro de los cabecillas de la banda pero ella apenas le escuchaba. Y no es que no pudiera oírle, con el sistema amplificado de escucha que tenía en su oído interno hubiese podido entender todo lo que le decía a pesar de la cantidad de gritos y ruido del abarrotado concierto.

Distraídamente se dedicó a mirar a su alrededor intentando no pensar demasiado en los dos tipos que habían ido hasta su casa. ¿Serían capaces de burlar la seguridad de su humilde hogar? Tendrían que esforzarse mucho, pensó la joven a la vez que buscaba a tientas su arma sin querer reconocer que aumentaba su nerviosismo. Respiró con fuerza varias veces y volvió a mirar a su alrededor con aburrimiento. La gente la sacaba de quicio: Un tipo sudoroso envuelto en un pesado abrigo no paraba de ir de un lado a otro cerca de ellos, buscando seguramente el mejor sitio para ver al pretencioso cantante. También había unas niñatas que no habían parado de gritar desde que el concierto había empezado, junto a éstas un par de jóvenes estaban inyectándose con jeringuillas electrónicas algún tipo de droga y por supuesto, cerca de donde estaban había una pareja fornicando entre la muchedumbre. Se encogió de hombros y procuró disfrutar del estribillo, al fin y al cabo no estaba tan mal. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Cuando un gilipollas del público se subió al escenario Samishii logró ver como el hombre sudoroso del pesado abrigo se deshacía de éste  sacando un AK-447 y apuntaba al escenario.

La adrenalina se disparó de pronto en su cuerpo y mientras señalaba a aquel tipo para que Roy lo viera echó mano a su pistola automática sabedora de que posiblemente la necesitaría en pocos segundos.

Ese loco le estaba apuntando a pocos metros de distancia y tan solo tenía unos instantes para actuar. Justo en el momento en el que el tipo apretaba el gatillo el instinto de supervivencia de Discordia provocó que se encogiese tras el joven que acababa de subir al escenario.

“GoreCity es una ciudad de contrastes”, es lo que decía siempre el antiguo batería del grupo. Y no estaba equivocado. Al recordar el antiguo dicho no pudo evitar darle la razón ya que en un segundo la sala se transformó en un verdadero infierno. Mientras la música paraba de golpe sustituida por un sonido sordo y estridente, el joven fan, antes alegre, se convulsionaba ante la veintena de balas que entraban en su cuerpo por su espalda. El cantante quedó petrificado ante la lluvia de sangre que recibió al instante y no pudo moverse hasta que notó dos fuertes golpes en el pecho. Tras esto el cuerpo deshecho del chico calló sobre él.

En un primer momento nadie movió un solo dedo pero cuando el tipo del fusil cambió de objetivo, frustrado por el fortuito parapeto del cantante, y se puso a disparar por todo el escenario, la muchedumbre se dejó llevar por el pánico.

Otro tipo desenfundó  un subfusil de calibre medio y se sumó al anterior. La gente corría de aquí para allá y cuando alguien tropezó y empujó a uno de los dos pistoleros éste, quizá por instinto quizá o por furia homicida, se puso a disparara a la multitud, matando o hiriendo a media docena de personas. La casualidad quiso que una ellas fuera  T, un motero de la banda de Roy, el cual recibió un balazo en el cuello. Como si hubieran apretado un botón, todos los integrantes del comando GEN desenfundaron sus armas y se pusieron a disparar respondiendo al ataque. Samishii sacó el arma y se alejó unos metros. T estaba tendido en el suelo con una mano presionando su ensangrentado cuello. Podía oír disparos desde varias partes del local, para entonces todo el que llevase un arma ya estaría disparando o a punto de hacerlo.

-¡Tenemos que salir de aquí!- le dijo Roy al oído mientras señalaba una puerta lateral por la que comenzaba a salir gente, aunque la mayoría se desplazaba a empujones hacía el fondo del local, donde las puertas eran más grandes y la reyerta más lejana.

Lenka sacó su rifle y procuró mantener el equilibrio con sus pesadas botas ante la avalancha de empujones que recibía. Justo cuando el bajista caía abatido por dos disparos, uno de los pistoleros moría debido a una docena de balas de punta explosiva que le volaron parte de la cabeza. Aquellos tipos del pañuelo rojo se habían vuelto completamente locos y no paraban de disparar. Fue en ese momento cuando decidió que debía salir de allí. Ya se disponía a correr en dirección a la entrada cuando una imagen familiar la hizo recular. Alguien con el pelo de un color verde sintético muy característico se deslizó durante un segundo a una treintena de pasos de donde ella estaba. Cuando estuvo a punto de perder el interés volvió a verlo y esta vez no le cabía duda. Tuerca estaba allí y acababa de salir por una puerta lateral de local. Corrió como pudo entre la gente que gritaba y huía. Por el camino vio como apuñalaban a un tipo y como otros eran pisoteados por los demás. Hasta a ella misma le pareció pisar en más de una ocasión algo parecido a un miembro o un torax. Pero no podía detenerse, si encontraba a Tuerca todo aquello terminaría y podrían volver con el resto del clan, a las afueras de la ciudad.

-¡Mierda, mierda me han dado joder! –exclamó Discordia Sintética mientras se echaba la mano al pecho.

Tardó unos segundos en quitarse de encima aquel saco de carne en el que se había convertido el joven fan. Mientras las balas silbaban por encima de su cabeza el rockero miraba alarmado todo su cuerpo. Era incapaz de saber si estaba herido o no ya que se encontraba empapado de sangre. Dolorido, se incorporó en cuanto las balas dejaron de caer sobre el escenario. En mitad de la pista había al menos seis tipos disparándose entre sí. No quiso esperar a ver quien ganaba así que corrió hacia el backstage. Por el camino se encontró con Repulsión Plástica, le habían herido y un charco de sangre envolvía su figura. Le pareció verlo respirar pero no se detuvo por temor a que una bala perdida acabase en su cabeza. Estaba desarmado y encima de un escenario, ¿qué podía hacer? En cuanto llegó a la sala se encontró con un Castigo Corporal alucinado, entre un par de putas, ambas asustadas. El batería se había dado más prisa que él.

No pudo siquiera pensar en todo aquello pues Jacob y otro guardaespaldas le sorprendieron por la espalda con un empujón.

-Rápido, tenemos que irnos, tengo que poneros a salvo.- Dijo con voz seria ignorando el grito del cantante ante la sorpresa.

Cuando Lenka consiguió salir a la calle con el rifle en alto esperaba encontrarse con la cara de su compañero de aventuras, pero no fue así. Mientras unos pocos salían junto a ella y se desplomaban en el suelo o corrían hacia la calle, ella buscó con la mirada desesperadamente a su amigo. Su instinto le dijo a donde debía dirigirse así que corrió en la dirección contraria a la del resto y fue a parar a la parte de atrás del Laser del Infierno.

Al llegar a la esquina vio, a unos veinte metros de ella, a dos tipos que golpeaban a otro. Lo tenían contra la pared y le apuntaban con una pistola. No le hizo falta agudizar la vista ni recurrir a algunas de las aplicaciones de su ciberóptico para saber que se trataba de Tuerca. Esos dos tipos le estaban pegando una paliza y si no llegaba pronto acabarían con él así que echó a correr. Intentó aplastar las cientos de preguntas que se agolpaban en su mente y levantó el rifle mientras gritaba –¡Dejarle en paz cabrones! –los matones desviaron su atención hacia la pelirroja que se les acercaba gritando y uno de ellos la apuntó con su arma.

Había llegado el momento, era ahora cuando se decidiría su final. A los veintitrés años de vida y con cientos de experiencias a sus espaldas se encontraba en el callejón más oscuro de una ciudad desconocida para ella a punto de morir. No le importaba, si debía morir, moriría, pero se llevaría por delante a cuantos hijos de puta pudiese. Tanto el desconocido matón como la joven nómada estaban a punto de apretar los gatillos cuando entre ellos se abrió una puerta y salió una chica completamente desnuda seguida de cuatro hombres; dos de ellos serios y disciplinados como militares y otros dos empujándose y maldiciéndose como animales camino del matadero.

-Me cago en la puta, se han cargado Repulsión, tenemos que…

-¡Cállate jodido gordo, hay que salir de aquí ya, olvídate de… -las palabras murieron en la garganta de Discordia Sintética al verse envuelto en otro infierno que aun estaba por desatarse.

A unos cinco metros a su derecha, una joven pelirroja de un indudable atractivo, que no le pasó desapercibido ni siquiera en aquel momento, se había detenido de golpe apuntando en su dirección con un arma enorme y les observaba con una expresión en el rostro que decía “¿De dónde coño salís vosotros?”Al otro lado dos hombres con pinta de rateros apuntaban en dirección contraria a la de la chica. En sus caras podía leerse el mismo mensaje.

El tiempo pareció detenerse durante un instante. El cantante nunca imaginó que moriría de esa forma tan patética. Sintió lastima por toda la gente que no lograría disfrutar de su arte y se maldijo por no haber seguido corriendo como había hecho la puta.

La ansiedad creció como el humo en un incendio y en apenas dos segundos alguien disparó.




1 comentario:

  1. Tiene merito escribir “el acontecimiento” en medio de un concierto, pero queda bien el resultado, lo que más me ha gustado como resuelve el final, muy logrado.

    No menciono nada y utilizo un entrecomillado para no spoilear a otro lector.

    Un saludo.

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