viernes, 19 de noviembre de 2010

Capítulo 6: Coincidencias preliminares

-¡Pero tenemos que ir a por él, no podemos abandonarlo con esos malnacidos!

La infinita brisa marina se deslizaba entre aquel variopinto grupo y arrastraba el repulsivo olor a mar al que habían terminado acostumbrándose tan solo los más veteranos. El rustico embarcadero se mecía, resistiendo la violencia con que las olas lo aporreaban. El océano se extendía hasta donde alcanzaba la vista, mostrando un azul oscuro hasta el horizonte, donde un manto de grises nubes se apoderaba de todo lo demás. Unos barcos, encallados hacía décadas permanecían cerca de la costa, como gigantes dormidos. En aquellas ocasiones en las que el viento arremetía contra aquel mundo estéril, podía oírse el eco de éste al quedar atrapado en las oxidadas tripas de aquellos enormes barcos. ¿Qué hacían allí? ¿Qué pasó? A nadie le importaba.

El grupo, no más de nueve individuos, permanecían en silencio, pensativos sobre lo que hacer a continuación. Apenas podía vérseles alguna parte del cuerpo ya que lo ocultaban con ropas de tonalidades decadentes y desgastadas con el fin de protegerse de aquel cancerígeno sol. Sus caras cubiertas por pañuelos, gorros y pasamontañas no impedían intuir sus rostros serios ajenos a todo sentimiento. Sus rifles colgaban de sus hombros con pereza, como cansados de permanecer ahí. Lo que siempre le llamó la atención de aquellos hombres y mujeres a la joven, que permanecía de rodillas gimoteando, fue la increíble capacidad de adaptación que poseían. Una supervivencia de la que aquella chica se había valido durante años para aprender todo cuanto sabía de la vida.

-Tenemos que volver…- repetía en un llanto mudo una y otra vez aquella pelirroja que no llegaba a los dieciocho años. Se había quitado las gafas que tanto le molestaban ahora. El dolor que sentía en su herida aun sangrante no era comparable con el que experimentaba en su interior por aquel desastre que amenazaba con lapidar su vida…

Despertó de pronto, incorporando parte de su cuerpo al instante, como si el sueño fuera aun real y el dolor estuviese azotándola. Sintió un fuerte golpe en la cabeza al chocar con algo metálico.

-¡Joder!- dijo para sí mientras se echaba las manos a la cabeza.

Salió del contenedor un tanto desorientada y ligeramente afectada por el sueño que acababa de tener. Tras unos segundos de intensa confusión repasó sus pertenencias. Se alarmó de pronto al recordar que iba desarmada y se puso a rebuscar en la basura su arma. A penas podía ordenar lo sucedido la noche anterior y la cabeza le dolía horrores, ¿Sintecoca en mal estado, demasiado alcohol trans o quizá un poco de ambas cosas? Qué más da, pensó.  Esbozó una sonrisa cuando sus dedos se cerraron en torno a su rifle. Tras comprobar que tan solo disponía de un cargador se concentró en intentar recordar cómo había acabado allí. ¿Qué diablos había pasado y lo más importante, donde estaba Tuerca?

Decidió esperar durante un rato en aquel frio y sucio callejón lo que le dio tiempo a recordar algunas escenas de la noche anterior. La impaciencia pronto se apoderó de Lenka, que por lo general detestaba quedarse de brazos cruzados; por lo que comenzó a caminar. Tras unos minutos callejeando en soledad por aquel laberinto de mugrientos callejones llegó a una concurrida calle de un solo sentido. Los vehículos pasaban sin cesar como si de un río metálico se tratase.  No reconocía el lugar pero su apariencia era similar a lo que habían visto ella y Tuerca el día anterior; si bien las aceras eran bastante más estrechas a las de la avenida del Dr. Geschöpf Philip, el aspecto que presentaban los altos edificios era parecido. Mientras escondía el rifle bajo la sucia gabardina observó las gigantescas pantallas que exhibían un anuncio de un nuevo diseño de moto con conexiones interfaces.

La gente apenas se detenía y pronto comenzó a verse empujada por aquellas personas que iban de un lado para otro. Se apresuró a pegarse a la pared dando por sentado que las aceras diurnas de GoreCity no eran para detenerse. No eran para gente sin un rumbo, todo lo contrario que por la noche.

Junto a ella, apoyado sobre las verjas de un local cerrado, había un tipo alto hablando por un pequeño y delgado micrófono que emergía de un diminuto dispositivo anclado sobre su oreja. Más allá, pudo ver a dos hombres discutiendo en la entrada de un puesto de comida, lo que la empujó a intentar recordar cuando había sido la última vez que había comido algo. Lo cierto era que tenía hambre por lo que examinó su crédito. Tan solo disponía de unos treinta eurodólares.

Guardó el dinero con cuidado en el bolsillo de su falda vaquera  e intentó quitarse el polvo de su gabardina mientras pensaba qué iba a hacer. El tipo de al lado terminó su conversación y el micrófono se replegó hacia el dispositivo, luego se marchó perdiéndose en la marea de gente que andaba con expresión desconfiada.

No tenía teléfono, no tenía apenas dinero, y lo peor de todo: Tuerca había desaparecido. Tras recordar los disparos de la noche anterior y estudiar más atentamente su situación Lenka no pudo más que llegar a una conclusión. Estaba jodida, no sabía prácticamente nada de aquella ciudad y Steel y el reto se encontraban a kilómetros de distancia de allí.

Decidió pues, que lo más sensato sería buscar a Tuerca. ¿Dónde coño se habrá metido este maldito mecánico? se preguntó una y otra vez mientras examinaba con su ciberóptico a la multitud con la esperanza de distinguir el verde fluorescente del pelo sintético de su compañero.

Deambuló de aquí para allá sin saber exactamente qué hacer. Procuró no alejarse de las zonas concurridas pues un mal presentimiento comenzaba a calar en su espíritu aventurero. El hambre terminó atenazándola por lo que compró algo de comer en un pequeño puesto que daba a la calle. Se decantó por unas pequeñas bolas de un color verde apagado que crujían con cada mordisco. Siguió caminando procurando no llamar la atención hasta que se detuvo frente a una pantalla donde una mujer con una máscara de gas hablaba sobre la producción de una nueva serie de órganos artificiales. Mientras saboreaba aquel alimento inmundo Lenka imaginó cómo sería tener tanto dinero como para poder pagarse toda esa cibertecnología punta. Algún día lo tendría, no cabía duda. La imagen cambió y comenzó otro anuncio.

Imágenes de fuego y chicas desnudas se intercalaban con otras de unos tipos tocando un rítmico cibermetal cromático. Esa noche había un concierto en un local llamado “Laser del Infierno” ubicado en aquel mismo distrito. El grupo parecía bueno y al parecer iría bastante gente. Lenka calló en la cuenta de que jamás encontraría a Tuerca en las calles pero quizá si el también la estaba buscando, iría allí. Si, había una posibilidad por muy remota que fuese de que saliera bien. En el peor de los casos se aseguraría una fiesta como la de la noche anterior, a fin de cuentas, tampoco había salido tan mal.

La mecánica pelirroja se perdió entre la multitud contoneando su cuerpo, ciertamente más tranquila y mucho más motivada que hacía unos minutos. Esa ciudad terminaría siendo suya.

***

Se quedó observando el intermitente punto del fondo oscuro de la pantalla. Bite seguía sin responder cosa que no hacía más que provocar a la paciencia de la ingeniera. Había estado esperando los resultados de la investigación que le había encargado a aquel hacker durante demasiado tiempo. Por otra parte, tampoco había recibido la segunda parte del trabajo que había aceptado el día anterior lo que la desconcertaba. Tras examinar que efectivamente le habían ingresado la cantidad acordada en su cuenta no había vuelto a saber nada del misterioso encargo que por otra parte estaba incompleto. Todo aquello era exasperarte.

Pasó el día y procuró mantenerse ocupada. En la oscura guarida de aquella japonesa tan solo se oía el débil sonido de diminutos componentes electrónicos y mecánicos chocando entre sí. Samishii soldaba con extremo cuidado las partes de aquel pequeño circuito intentando mantener la mente en blanco. Había decidido añadirles a sus pistolas automáticas un enlace para arma inteligente. Si todo iba bien en unos días podría conectarlas a las pequeñas clavijas de sus muñecas, interconectadas a su vez directamente con su sistema nervioso. La idea era emplear el potencial de las bioseñales de los nervios para ganar unas cuantas fracciones de segundo a la hora de disparar y ganar precisión puesto que también lo conectaría a una aplicación de puntería de su ciberóptico. Ella no era Tecnomédico, ni tampoco bioingeniero pero ese tipo de tareas podía desarrollarlas con unos mínimos conocimientos siempre y cuando no surgieran complicaciones, cosa que no deseaba porque si terminaba necesitando la ayuda de alguno de estos especialistas tendría que sobornarlo para que mantuviera la boca cerrada. Las armas inteligentes debían estar registradas y controladas lo que convertía aquella tarea en algo ilegal. “Ilegal…”, pensó.

“El mundo entero es ilegal”.

Algo llamó su atención sacándola de su concentración. La cámara dos; la que daba a la calle; estaba apagada. La esquina superior derecha destinada a mostrar la grisácea calle no transmitía señal. Exasperada decidió arreglar aquello antes de que la noche callera definitivamente sobre GoreCity.

Observó la imagen que transmitían el resto de cámaras y vio que estaba despejado. Tras ajustarse la gabardina de cuero, comprobó una de sus armas y con cuidado seleccionó las herramientas necesarias que fue guardando en el cinturón. Abrió la puerta y apuntó al interior del húmedo pasillo. Nada. Quizá estuviese extremando la seguridad pero llevaba un día de perros y no deseaba ninguna sorpresa. Lo más probable era que se tratase de una avería rutinaria.

En la calle hacía frío. El aire parecía denso y el olor nauseabundo a humo confirmaba la suciedad en el ambiente. Samishii sacó del bolsillo un pañuelo de color rojo oscuro y se lo ató alrededor de la cara de tal forma que ocultase la mirad inferior de ésta. En aquella zona de la ciudad, plagada de fábricas abandonadas, gigantescos almacenes y barrios pobres con poca densidad de población, no se preocupaban del aire que pudiese arrastrar el viento en un día como aquel.

La calle estaba desierta salvo por cuatro individuos que cargaban un camión a la entrada de un almacén, un coche de oscuros cristales aparcado al otro lado de la calle y un par de motos que descansaban con poco cuidado cerca de donde se encontraba ella. Algo no funcionaba como debía, usó su sistema amplificado de escucha para aplacar ese mal presentimiento que la invadía desde las primeras horas de la mañana. Tras asegurarse de que no corría peligro alguno le pegó una patada a una caja que estaba junto a los contenedores que tenía a su lado y se subió a ella. Desatornilló la rendija con rapidez y se puso manos a la obra. En el momento en el que iba a desarmar la pequeña cámara del interior del agujero de la pared un ruido cruzó la avenida. Samishii se volvió y vio una moto plateada con unas cruces rojas a los lados del chasis, el color de la sangre brillaba con fuerza a través de los neones y el motor rugía como una bestia mientras se acercaba aquella maquina que la joven ya había calificado hacía como un año de trasto sobrevalorado. Era la moto de Roy, el día mejoraba por momentos, pensó la joven.

La moto derrapó y se detuvo a unos escasos metros de donde se encontraba la chica. El tipo que la conducía se apresuró a quitarse el casco y exhibir una gran sonrisa. El casco había aplastado su peinado de pinchos, pero por lo demás, estaba exactamente igual que la última vez que lo había visto.

-Por lo que veo te has dado más prisa que yo en prepararte para nuestra cita.- dijo mientras se acomodaba en el asiento y apagaba el motor.

- Como puedes ver, estoy algo ocupada y créeme que el día que tu y yo tengamos una cita no estaré en la puerta esperándote - Contestó la ingeniera con voz cansada mientras sustraía la lente con cuidado.
-Ya bueno… pero teníamos una cita, no lo recuerdas Sami…

-…No me llames así- le cortó la joven mientras exhalaba un suspiro.

-Está bien, está bien, “Sa-mi-shii”- recalcó la palabra con divertida impertinencia.- el concierto del que te hablé es esta noche y te dije que vendría a buscarte. Además, piensa que…

-¿Cuántas veces tengo que decirte que no?- dijo más para sí misma que para Roy. Tras sacar la lente y examinar el pequeño receptor descubrió que uno de los cables estaba suelto. Los cables no se sueltan así como así, pensó mientras volvía a atornillar la rendija y bajaba de la caja ante la mirada del joven pandillero, que continuaba hablándole.

-…y para colmo la mierda de aire este,- inspiró con fuerza como si le amase aquello que entraba en sus pulmones-  bonito pañuelo, juraría que te lo regalé yo.

Mientras los ojos de color cambiante de Roy la observaban esperando una reacción ante sus provocaciones echó un vistazo a su alrededor una vez más. Calló en la cuenta de que el coche negro de oscuros cristales no lo había visto antes. En ese momento se abrieron las puertas del vehículo y salieron de él dos hombres trajeados. El rostro de uno de ellos era férreo y frio y el del otro quedaba oculto bajo un sombrero de piel. Se quedaron apoyados en el coche, como esperando a que hiciese algo. Samishii sabía que no era una buena señal y barajó las posibilidades rápidamente. Parecía que habían estado esperándola y su instinto de decía que no serían amables. ¿Quién era esa gente y cómo sabían que vivía allí? Cabía la posibilidad de que no estuviesen aquí por ella pero en ese momento no le parecía así.

Por un momento estuvo tentada a dispararles pero no le pareció el tipo de gente que va desarmada y además no sabía si había más en algún otro lado de la calle. Había cerrado su refugio y activado todos los dispositivos de seguridad, sin ella nadie podría entrar allí con facilidad por lo que podía irse y ver de verdad si la seguían o no. Era una opción más sutil que la de desenfundar el arma y liarse a tiros en mitad de la calle. Roy seguía hablando sin percatarse de lo que estaba ocurriendo.

-Roy creo que es tu día de suerte, iré contigo a ese estúpido concierto.- dijo sin quitar la vista de aquellos hombres.

Se subió a la moto aferrándose fuertemente al chasis y esperó a que el chico arrancara la moto. Los hombres comenzaron a andar hacia ellos con paso firme  pero justo en ese momento comenzaron a moverse y en cuestión de unos segundos dejaban atrás la puerta de su refugio. La joven se volvió y pudo ver como los hombres se quedaban en mitad de la calle mirándolos y luego se dirigían hacia su coche. La parte buena de todo aquello era que su refugio, tu taller, su hogar, estaba a salvo de momento, la parte mala es que estaba claro que había alguien tras ella.

Se volvió y procuró protegerse del viento tras la ancha espalda de Roy en la que notaba el bulto de su pesada pistola, una KR7 que ella había modificado por unos cientos de europavos hacía ya casi un año. Esa había sido la primera vez que había visto al pandillero y no había dejado de incordiarla desde entonces.

-¿Y a donde vamos si puede saberse?- preguntó gritando la japonesa de mirada desconfiada. Detalle que el tatuaje y los pendientes diseminados por su rostro no hacían más que acentuar.

-A un local nuevo, el dueño es un conocido mío- esperó unos segundos para adelantar unos cuantos vehículos y luego añadió -El resto del comando GEN esta allí.

El comando GEN, estupendo. La banda de Roy, una panda de gilipollas significativamente peligrosos con demasiado tiempo libre.

-¿Entiendo… y supongo que el grupo toca un cibermetal de la ostia verdad?- preguntó con un grito cargado de cinismo.

-¡Claro que si Sami, son la puta ostia!

-¡No me llames así pedazo de mierda!- Samishii golpeó con fuerza la espalda del joven.

-Está bien, lo siento. Ya veras, el Laser del Infierno te va a encantar.


3 comentarios:

  1. Una narración interesante que enlaza un suceso tras otro y que anima a seguir leyendo, mostrando una ambientación exquisita que hace que de pronto te veas inmerso en un mundo decadente y futurista. Aquellos a los que les guste el género sabrán apreciar cada detalle de la historia de Gore City. Un saludo!

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  2. Como el buen vino conforme envejece la historia cada capítulo me esta gustando más que el anterior. En este hay algunas descripciones realmente buenas.

    Destacaría el momento que Samishii esta modificándose el arma para el conector arma inteligente y modificándose implantes, muy lograda la ambientación.

    No logro encontrar la pistola pesada KR7 por ningún lado, me ha despertado mucha curiosidad, entre otras cosas porque mis archivos Cyberpunks tienen alrededor de 200 armas si no son más… Y esa se me escapa. ¿Podrías indicarme en que chromebook la has encontrado? Un saludo

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, me alegro de que te guste.

      En relación a la pistola KR7, no creo que hayas encontrado nada porque es de mi invención. Se me han ocurrido varias ideas para armas y demás y estoy trabajando en ello.
      Supongo que con los chromebook te refieres a los del juego de rol Cyberpunk 2020. No es que los aborrezca pero desde un principio me marqué que aunque mi idea de un mundo cyberpunk se asemeja bastante (salta a la vista) a la mostrada en el juego de rol, no quería que la historia estuviera basada en el juego, sino más bien inspirada. Aunque es cyberpunk a fin de cuentas y estoy muy influenciado por ello.
      Espero haber resulto tu duda aunque cualquier cosa, no dudes en decírmela, valoro mucho los comentarios y las criticas.
      Un saludo.

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