domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 9: El escenario de la sangre

¡Ciclos, confusos, de sangre y fuego!
¡Soldados a la piel por su propio dueño!
¡Hoy, huyen mutilados de su propio cuerpo!
¡El mañana no estará, para él habrá muerto!

Las luces parpadeaban haciendo que los movimientos de todos los de su alrededor se volviesen lentos. Los decibelios de los gritos y silbidos de la muchedumbre eran superados tan solo por la música, que rugía como una bestia salvaje. Lenka jamás había escuchado algo parecido en sus veintitrés años de vida. Cierto era que su vinculación con la música nunca había pasado de algún pequeño concierto en pequeñas poblaciones costeras, y eso había ocurrido cuando aún se dedicaba a la piratería, cuando aún estaba él… Pensar en el pasado le provocó una punzada en el pecho así que intentó dejar de pensar en ello y disfrutar del momento.

Los riffs eran sencillos y rápidos; como si tuviesen que llegar pronto hasta ti y colarse bajo tu piel; como los del grupo de la noche pasada, solo que estos lograban ser auténticos y filtrarse en el interior de tu cabeza. Los samples jugaban con melodías entrecortadas arañándole el protagonismo a un bajo pesado y arrollador. Todo iba rápido, al ritmo que imponía una frenética batería.

Se encontraba fascinada por toda esa descarga de furia y odio concentrado, por esas letras decadentes que no lograba entender del todo, por esa voz desgarrada y visceral, por el show y por los músicos.

El bajista lucía un ciberbrazo que ni siquiera llevaba cubierto de piel artificial y en su torso desnudo se apreciaban cientos de tatuajes lumínicos. Sin embargo sus gestos obscenos y su inagotable capacidad de moverse de aquí para allá no conseguían eclipsar al cantante, que permanecía en el centro del escenario atrayendo gran parte de las miradas. Tras estudiarlo ligeramente dedujo que era atractivo y aunque sus ojos no podían verse a través de esas gafas de ahora lentes rojizas, podía intuir que estaban cargados de fuego.  Tecnopelo seguramente, pensó la mecánica al ver la cresta de rastas verdes y rojas.

Cuando notó unas manos deslizándose por sus caderas todo el espectáculo dejó de importarle y se puso alerta preparada para cualquier tipo de ataque, pero al ínstate volvió a bajar la guardia ya que el oportuno individuo se había topado con el bulto del rifle de su espalda y había preferido guardar distancias o buscarse otro ligue. Lenka sonrió ligeramente, sin temor a exhibir lo mucho que le gustaba despertar, tanto en hombres como en mujeres, ese tipo de deseos. Se recolocó el abrigo y miró a su alrededor: todos parecían absortos en el concierto, disfrutando de la sesión de rock procrónico. Junto a él un tipo enorme meneaba la cabeza rápidamente mientras bebía una cerveza trans. Su cara estaba completamente tatuada por unos tribales de amarillo fluorescente que hacían juego con los cables del mismo color que cruzaban su brazo desde el cuello hasta la mano. Dos chicas, una con una máscara de gas y la otra con los ojos de gato y dientes de plata, saltaban y gritaban delante suya como si les fuese la vida en ello. Entre canción y canción intentaban llamar la atención del cantante llamándolo y provocándolo. Discordia Sintética, así es como se llamaba el carismático músico.

Continuó mirando a su alrededor hasta que encontró a alguien que le llamó la atención. A pocos metros a la izquierda de ella se encontraba la japonesa que había visto entrar hacía ya una hora con aquella banda. Los chicos del pañuelo rojo estaban a su alrededor disfrutando del concierto como el que más pero ella permanecía seria con los brazos cruzados. Junto a la joven un tipo de la banda le decía algo al oído. A Lenka, el chico le pareció guapo en exceso con un gesto de desenfado en el rostro que lo hacía agradable. La que debía ser su novia, la joven japonesa, asentía mirando a su alrededor, prestando poca atención al espectáculo.

-¡Sois de… puta madre hijos de GoreCity! –gritó Discordia Sintética mientras alzaba su puño derecho y dejaba que los gritos continuaran durante un rato. Cuando los samples de la canción que acababan de tocar cesaron continuó -¡Hoy, es una noche muy especial pues como ya sabréis Psycholedic-Discordia presenta nuevo tema…! –calló durante unos segundos saboreando el estallido de aplausos, gritos y demás alabanzas - ¡… pero no pensamos tocarlo hasta que no lo pidáis de verdad!

Una nueva avalancha de gritos volvió a los oídos del cantante que no podía más que disfrutar del momento. Le encantaba saber que tenía a toda esa gente bajo su pequeño encantamiento de música, sombras y luces. Él sabía que debía decir todo aquello para enardecerles, para crear el clímax adecuado. Debía ser así pues era de vital importancia que conquistasen aquella ciudad pedazo a pedazo, concierto tras concierto. Estaba convencido de haber nacido para ello y por eso su determinación era absoluta, o al menos eso se hacía creer a sí mismo para que todo saliese según lo planeado.

Cuando la muchedumbre comenzó a pedir “muere, puta, muere”, el cantante, compositor, guitarrista y cofundador de Psycholedic-Discordia asintió satisfecho. Ahora tenían toda su atención.

-¡Hijos de GoreCity, hace unos días se perpetró un crimen atroz no muy lejos de aquí! Miles de personas fueron privadas de sus hogares. Esa gente, expoliada y humillada, no ha podido más que resignarse a aceptar las migajas que les han arrojado. No hace falta que os diga quienes son los responsables de este imperdonable crimen. ¡La Fundación SPER! –Ahora los gritos eran de odio y rabia, de solidaridad y violencia. –¿Pero pensáis que esos cerdos actúan solos? ¡No! La policía se ha cruzado de brazos ante esta putada. –Meter a esos cerdos defensores de la “ley” por medio siempre funcionaba. -Esos hijos de puta creen que pueden poner sus laboratorios y su mierda donde les plazca pero hoy les demostraremos que no es así. ¡Esta noche temblará todo el décimo distrito por miedo a sus verdaderos dueños! –Mientras alzaba las manos intentado abarcar a toda la multitud que se revolvía como un animal indomable empezó a distinguirse un sonido similar al de una maquina en funcionamiento.

Una rápida mirada a Repulsión Plástica y a Castigo Corporal le bastó para dar comienzo al hit.

Mientras deslizaba los dedos por los trastes desprovistos de cuerdas de su guitarra y daba paso al riff principal, Repulsión se dedicaba a provocar a los de la primera fila gritando, escupiendo y sacando la lengua. La batería comenzó a sonar a los pocos segundos y tras una intro corta y ligera llegó un silencio que pareció enmudecer toda la sala, las luces se apagaron durante el segundo que duró el parón instrumental para volver a encenderse en una orgía de destellos y sonido arrollador que inundaron la sala de adrenalina.

Tras el estribillo en el que todos se sumaron al “muere, puta, muere” que dictaba fielmente la letra Discordia no cabía en sí de júbilo. El concierto estaba llegando a su fin y ya podía clasificarse como un éxito redondo. Dentro de poco viviría a cientos de metros de polvoriento suelo, en otro barrio, o incluso en otro distrito y no tendría que volver a lidiar con gente como el Gerente de su edificio o cualquier otro “mierda”. Mientras saboreaba el inminente éxito un joven con una camiseta de Psycholedic-Discordia llena de agujeros y la cara y los brazos repletos de piercings, microleds subcutáneos y tatuajes térmicos saltó la valla de seguridad, consiguió escabullirse entre los dos gigantones de seguridad que se encontraban frente al escenario y subió a él tambaleándose extendiendo los brazos hacia el músico y con una expresión de entusiasmo y regocijo en la cara. Pronto vendría Jacob y lo sacaría de una ostia pero antes de que eso pasará ¿por qué no darle un abrazo para que todos vieran lo mucho que quería a sus fans y lo cerca que estaba él de todos ellos? Alzó la mano derecha mientras que con la izquierda seguía presionando los trastes y se la extendió al chico para que se alzara. Fue en ese momento, por encima del hombro del joven, cuando lo vio.

A Samishii no le gustaba mucho el grupo, había visto a demasiados como aquel. Todos parecían ser los mejores y haber reinventado la música pero la verdad era que no hacía más que la misma mierda. A ella le gustaba declararse fiel a grupos más antiguos, con mensajes más retorcidos y encriptados y no tan vehementes y tan repletos de crítica social.

-Crítica social, vaya mierda. –Pensó la ingeniera mientras conseguía distinguir entre la amalgama de sonidos unos punteos de bajo que le agradaban.

Roy seguía hablándole de una pelea que había tenido con Marco, otro de los cabecillas de la banda pero ella apenas le escuchaba. Y no es que no pudiera oírle, con el sistema amplificado de escucha que tenía en su oído interno hubiese podido entender todo lo que le decía a pesar de la cantidad de gritos y ruido del abarrotado concierto.

Distraídamente se dedicó a mirar a su alrededor intentando no pensar demasiado en los dos tipos que habían ido hasta su casa. ¿Serían capaces de burlar la seguridad de su humilde hogar? Tendrían que esforzarse mucho, pensó la joven a la vez que buscaba a tientas su arma sin querer reconocer que aumentaba su nerviosismo. Respiró con fuerza varias veces y volvió a mirar a su alrededor con aburrimiento. La gente la sacaba de quicio: Un tipo sudoroso envuelto en un pesado abrigo no paraba de ir de un lado a otro cerca de ellos, buscando seguramente el mejor sitio para ver al pretencioso cantante. También había unas niñatas que no habían parado de gritar desde que el concierto había empezado, junto a éstas un par de jóvenes estaban inyectándose con jeringuillas electrónicas algún tipo de droga y por supuesto, cerca de donde estaban había una pareja fornicando entre la muchedumbre. Se encogió de hombros y procuró disfrutar del estribillo, al fin y al cabo no estaba tan mal. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Cuando un gilipollas del público se subió al escenario Samishii logró ver como el hombre sudoroso del pesado abrigo se deshacía de éste  sacando un AK-447 y apuntaba al escenario.

La adrenalina se disparó de pronto en su cuerpo y mientras señalaba a aquel tipo para que Roy lo viera echó mano a su pistola automática sabedora de que posiblemente la necesitaría en pocos segundos.

Ese loco le estaba apuntando a pocos metros de distancia y tan solo tenía unos instantes para actuar. Justo en el momento en el que el tipo apretaba el gatillo el instinto de supervivencia de Discordia provocó que se encogiese tras el joven que acababa de subir al escenario.

“GoreCity es una ciudad de contrastes”, es lo que decía siempre el antiguo batería del grupo. Y no estaba equivocado. Al recordar el antiguo dicho no pudo evitar darle la razón ya que en un segundo la sala se transformó en un verdadero infierno. Mientras la música paraba de golpe sustituida por un sonido sordo y estridente, el joven fan, antes alegre, se convulsionaba ante la veintena de balas que entraban en su cuerpo por su espalda. El cantante quedó petrificado ante la lluvia de sangre que recibió al instante y no pudo moverse hasta que notó dos fuertes golpes en el pecho. Tras esto el cuerpo deshecho del chico calló sobre él.

En un primer momento nadie movió un solo dedo pero cuando el tipo del fusil cambió de objetivo, frustrado por el fortuito parapeto del cantante, y se puso a disparar por todo el escenario, la muchedumbre se dejó llevar por el pánico.

Otro tipo desenfundó  un subfusil de calibre medio y se sumó al anterior. La gente corría de aquí para allá y cuando alguien tropezó y empujó a uno de los dos pistoleros éste, quizá por instinto quizá o por furia homicida, se puso a disparara a la multitud, matando o hiriendo a media docena de personas. La casualidad quiso que una ellas fuera  T, un motero de la banda de Roy, el cual recibió un balazo en el cuello. Como si hubieran apretado un botón, todos los integrantes del comando GEN desenfundaron sus armas y se pusieron a disparar respondiendo al ataque. Samishii sacó el arma y se alejó unos metros. T estaba tendido en el suelo con una mano presionando su ensangrentado cuello. Podía oír disparos desde varias partes del local, para entonces todo el que llevase un arma ya estaría disparando o a punto de hacerlo.

-¡Tenemos que salir de aquí!- le dijo Roy al oído mientras señalaba una puerta lateral por la que comenzaba a salir gente, aunque la mayoría se desplazaba a empujones hacía el fondo del local, donde las puertas eran más grandes y la reyerta más lejana.

Lenka sacó su rifle y procuró mantener el equilibrio con sus pesadas botas ante la avalancha de empujones que recibía. Justo cuando el bajista caía abatido por dos disparos, uno de los pistoleros moría debido a una docena de balas de punta explosiva que le volaron parte de la cabeza. Aquellos tipos del pañuelo rojo se habían vuelto completamente locos y no paraban de disparar. Fue en ese momento cuando decidió que debía salir de allí. Ya se disponía a correr en dirección a la entrada cuando una imagen familiar la hizo recular. Alguien con el pelo de un color verde sintético muy característico se deslizó durante un segundo a una treintena de pasos de donde ella estaba. Cuando estuvo a punto de perder el interés volvió a verlo y esta vez no le cabía duda. Tuerca estaba allí y acababa de salir por una puerta lateral de local. Corrió como pudo entre la gente que gritaba y huía. Por el camino vio como apuñalaban a un tipo y como otros eran pisoteados por los demás. Hasta a ella misma le pareció pisar en más de una ocasión algo parecido a un miembro o un torax. Pero no podía detenerse, si encontraba a Tuerca todo aquello terminaría y podrían volver con el resto del clan, a las afueras de la ciudad.

-¡Mierda, mierda me han dado joder! –exclamó Discordia Sintética mientras se echaba la mano al pecho.

Tardó unos segundos en quitarse de encima aquel saco de carne en el que se había convertido el joven fan. Mientras las balas silbaban por encima de su cabeza el rockero miraba alarmado todo su cuerpo. Era incapaz de saber si estaba herido o no ya que se encontraba empapado de sangre. Dolorido, se incorporó en cuanto las balas dejaron de caer sobre el escenario. En mitad de la pista había al menos seis tipos disparándose entre sí. No quiso esperar a ver quien ganaba así que corrió hacia el backstage. Por el camino se encontró con Repulsión Plástica, le habían herido y un charco de sangre envolvía su figura. Le pareció verlo respirar pero no se detuvo por temor a que una bala perdida acabase en su cabeza. Estaba desarmado y encima de un escenario, ¿qué podía hacer? En cuanto llegó a la sala se encontró con un Castigo Corporal alucinado, entre un par de putas, ambas asustadas. El batería se había dado más prisa que él.

No pudo siquiera pensar en todo aquello pues Jacob y otro guardaespaldas le sorprendieron por la espalda con un empujón.

-Rápido, tenemos que irnos, tengo que poneros a salvo.- Dijo con voz seria ignorando el grito del cantante ante la sorpresa.

Cuando Lenka consiguió salir a la calle con el rifle en alto esperaba encontrarse con la cara de su compañero de aventuras, pero no fue así. Mientras unos pocos salían junto a ella y se desplomaban en el suelo o corrían hacia la calle, ella buscó con la mirada desesperadamente a su amigo. Su instinto le dijo a donde debía dirigirse así que corrió en la dirección contraria a la del resto y fue a parar a la parte de atrás del Laser del Infierno.

Al llegar a la esquina vio, a unos veinte metros de ella, a dos tipos que golpeaban a otro. Lo tenían contra la pared y le apuntaban con una pistola. No le hizo falta agudizar la vista ni recurrir a algunas de las aplicaciones de su ciberóptico para saber que se trataba de Tuerca. Esos dos tipos le estaban pegando una paliza y si no llegaba pronto acabarían con él así que echó a correr. Intentó aplastar las cientos de preguntas que se agolpaban en su mente y levantó el rifle mientras gritaba –¡Dejarle en paz cabrones! –los matones desviaron su atención hacia la pelirroja que se les acercaba gritando y uno de ellos la apuntó con su arma.

Había llegado el momento, era ahora cuando se decidiría su final. A los veintitrés años de vida y con cientos de experiencias a sus espaldas se encontraba en el callejón más oscuro de una ciudad desconocida para ella a punto de morir. No le importaba, si debía morir, moriría, pero se llevaría por delante a cuantos hijos de puta pudiese. Tanto el desconocido matón como la joven nómada estaban a punto de apretar los gatillos cuando entre ellos se abrió una puerta y salió una chica completamente desnuda seguida de cuatro hombres; dos de ellos serios y disciplinados como militares y otros dos empujándose y maldiciéndose como animales camino del matadero.

-Me cago en la puta, se han cargado Repulsión, tenemos que…

-¡Cállate jodido gordo, hay que salir de aquí ya, olvídate de… -las palabras murieron en la garganta de Discordia Sintética al verse envuelto en otro infierno que aun estaba por desatarse.

A unos cinco metros a su derecha, una joven pelirroja de un indudable atractivo, que no le pasó desapercibido ni siquiera en aquel momento, se había detenido de golpe apuntando en su dirección con un arma enorme y les observaba con una expresión en el rostro que decía “¿De dónde coño salís vosotros?”Al otro lado dos hombres con pinta de rateros apuntaban en dirección contraria a la de la chica. En sus caras podía leerse el mismo mensaje.

El tiempo pareció detenerse durante un instante. El cantante nunca imaginó que moriría de esa forma tan patética. Sintió lastima por toda la gente que no lograría disfrutar de su arte y se maldijo por no haber seguido corriendo como había hecho la puta.

La ansiedad creció como el humo en un incendio y en apenas dos segundos alguien disparó.




viernes, 29 de julio de 2011

Capítulo 8: Preparados para el show II

El bullicio había ido creciendo durante la última hora de forma exponencial. Lenka no podía evitar mirar hacia todos lados. Allá donde posaba su cibeóptico veía personas estrafalarias luciendo atuendos e implantes que la hacían caer en una sana envidia. Había llegado demasiado temprano al Laser del Infierno y había tenido la oportunidad de estudiar aquel lugar detenidamente. Era mucho más grande que el antro donde habían estado la noche anterior Tuerca y ella. Era un local de techos altos y luz mortecina, con dos pantallas gigantescas en las dos paredes laterales del escenario, que se alzaba del suelo más de un metro y medio.  Recordó la noche con una mezcla de sabores: dulce por lo bien que se lo había pasado y todo lo que había descubierto y amargo por los acontecimientos que habían seguido a aquella fiesta. Había perdido a Tuerca en aquella basta ciudad después de un tiroteo, y las posibilidades de encontrarlo eran ahora ínfimas. Evitaba pensar en lo mal que se lo iba a tomar Steel y el resto del clan.

Un tipo enorme, con los ojos rojos y el torso cubierto de correas pasó junto a ella mirándola con atención. La mecánica desvió la vista y se concentró en dar un trago a lo que el camarero había llamado  “licor del infierno”. Se apoyó en la barra con cuidado de que su larga chaqueta cubriera el rifle que escondía. Se las había apañado para colar el arma, no había tenido más que estar un largo rato hablando con el portero y prometerle que cuando acabara el concierto se iría con él por ahí. Lenka no tenía pensado hacer tal cosa, al menos en un primer momento, pero necesitaba su arma consigo. A la mente le llegaron las confusas imágenes de la noche anterior en las que un cantante yacía con la cabeza abierta en mitad del escenario. Con cosas como aquella era normal que tomasen medidas pero viendo el escaso interés que ponía el portero a su tarea se alegró  de haber tomado también la medida de tener cerca su rifle de asalto.

Continuó durante un rato apoyada en la barra y procurando pasar desapercibida hasta que un grupo llamó su atención. Al menos eran doce y todos exhibían unos pañuelos de color rojo colgados sobre su cuello o en el pantalón. Sus botas pesadas y sus chalecos de kevlar eran todos iguales. Incluso las pocas chicas que vio vestían igual que los chicos. Todas menos una. Una joven japonesa de cara seria repleta de piercings y una larga gabardina de cuero negro.

***

-Dígame señor… -la joven periodista, de pelo corto y oscuro,  pasaba su placa de datos de una mano a otra con cierto nerviosismo, como si aun no supiese como comenzar la entrevista. -Discórdia Sintética, algunos ya se atreven a afirmar que Psychodelia Discordia se convertirá muy pronto en el nuevo fenómeno del panorama musical de GoreCity. ¿Piensa que tienen razón o que tal vez estén exagerando?

-¿Exagerando? Debe estar tomándome el pelo. Psychodelia Discordia ha conseguido más que cualquier otro grupo en mucho menos tiempo. Dentro de poco se nos conocerá en cada distrito de esta ciudad. -se apresuró a decir con autosuficiencia el cantante, mirando fijamente a la joven que lo entrevistaba a través de los ahora oscuros cristales de sus gafas adheridas al rostro.

-Parece muy seguro de sus capacidades… Hasta hace relativamente poco el grupo se encontraba en una situación algo complicada; no encontraban un sello discográfico que los patrocinara y sus conciertos no eran muy multitudinarios. ¿Cuándo dio el gran paso?

-Pues… la discográfica Degeneration Planet apostó por nosotros hará cinco meses y desde entonces tanto el número de conciertos como de seguidores ha ido en aumento. Esto es una puta bomba.

-Hablemos un poco de usted. ¿Cómo empezó?

-Pues desde abajo, como hay que empezar y no como esos co-me-mier-das a los que enchufan un par de chips de composición y sus discográficas se dedican a venderlos como perras.

-¿Es cierto de que ninguno de los componentes de Psychodelia Discordia usa ningún chip de composición o de manejo de instrumento adosado a su N.C.M?

-Claro que no, yo ni siquiera tengo modulo central neuronal- dijo ofendido el músico mientras alzaba una mano como si pidiera permiso para hablar  –Yo me crié en el barrio Gamma del distrito seis, ¿sabes lo que eso significa guapa? Significa que solo tu talento natural puede hacerte ascender, pues cualquier otra cosa vale más de lo que puedas pagar.

-El barrio Gamma es también conocido con el nombre del barrio de los asesinos. ¿Qué tiene que decir al respecto?

-Bueno… el talento natural del asesinato es quizá el talento más rentable  de esta condenada ciudad -dijo con una ligera sonrisa en los labios. Le encantaba cuando preguntaban por su pasado pues le daba la oportunidad de sacar a relucir su lado más mordaz y critico.
***
En la puerta trasera por la que deberían haber pasado sin problemas se habían encontrado con una veintena de fans que los guardaespaldas habían tenido de apartar a empujones. Y aunque más de uno había acabado en el suelo sus gritos, aclamándolos, aun resonaban tras las paredes de aquel extraño lugar. Johnny se encontraba allí hablando con un tipo alto y rubio casi tan bien vestido como el propio manager. Al verlos, se acercó dando por terminada la conversación.

-Pero si ya está aquí Psychodelia Discordia al completo. -dijo alzando la voz mientras agudizaba esa sonrisa perfecta que siempre lo acompañaba antes de un concierto. –Bien chicos, faltan un par de horas, allí tenéis algo de beber y ese polvo azulado de la mesa ya podéis imaginaros lo que es- dijo en voz algo más baja mientras señalaba un enorme frigorífico transparente que descansaba junto a unos sofás algo viejos, que chocaban con la tecnología que los envolvía.

El techo se encontraba más arriba de lo normal, como si aquella habitación antaño hubiese sido un almacén. De él colgaban a distintas alturas una docena de lámparas de diversas formas y tamaños. A pesar de los numerosos neones, lo que más luz otorgaba al backestage del Laser del Infierno eran las pantallas diseminadas por todo el lugar. En uno de los monitores podía ver al característico Axel Alltaf,  de la setenta y tres, ofreciendo las noticias locales con su peculiar cinismo y falta de sentimientos. Sus reportajes sobre las guerras de bandas de los barrios más conflictivos así como su despreocupada moral a la hora de mostrar las imágenes más violentas lo habían posicionado a él y a su cadena en una de las más vistas de toda la ciudad. En el resto de las gigantescas pantallas; algunas de ellas llegaban a ocupar gran parte de la pared;  emitían anuncios de diversa índole: de comida, de bioimplantes de última generación, de sistemas de defensa para el hogar, incluso se ofertaban escuadrones de mercenarios especializados en seguridad corporativa. En la única pantalla libre de anuncios y explosiones se podía ver una imagen del local en la que se distinguía con toda claridad el amplio escenario y la pista que comenzaba a llenarse.
***
-Ahora sea sincero ¿de qué tratan sus canciones?

-¿Mis canciones? Si le digo la verdad hay ocasiones en las que ni yo mismo lo sé. Nos encontramos en un mundo extraño, inmersos en una era extraña, donde todo pasa tan rápido y donde todos son tan hostiles… que en ocasiones pienso que las palabras pierden su significado de un día para otro…- dejó que su ensayado y profundo discurso calase en la periodista mientras se preparaba para el colofón final  –Por otro lado, me miro y digo: “eh, tú sabes lo que está mal ahí fuera, dedícate a contar lo que sabes”. Esta sociedad está perdida, podrida incluso. Tan solo ofrezco un poco de luz zigzagueante sobre unos cuerpos aplastados por las ironías de este presente. Mis canciones les ofrecen una porción de ira, de sentimientos malentendidos… sentimientos que necesitamos ahora más que nunca  pues el futuro no existe para ninguno de nosotros.

Se recostó en el sillón y dejó que su cuerpo se amoldase al sintético tejido mientras la chica hacía sus anotaciones en su placa de datos. Una sonrisa cruzaba la cara del músico, convencido de que acababa de darle a esa entrevista el confuso mensaje que mañana comentarían fascinados cientos de fans admirando su retorica. Una sonrisa que se borró en cuanto escuchó la siguiente pregunta.
***
Johnny lo condujo a un lugar más apartado, a una pequeña habitación con las paredes cubiertas de pinturas brillantes y psicodélicas que vibraban como si intentaran marear a quien las mirase durante largo rato. Aparte de un par de sillones más sofisticados que los de la espaciosa sala contigua y un terminal con varios conectores, la habitación carecía de muebles.

-¡Bravo Johnny!- celebró antes de girarse para mirarlo -Tengo que reconocer que  a pesar de ser un antro, has sabido devolverle a este lugar un poco de glamur.

-Bueno, ya me conoces…  -contestó el manager antes de que ambos terminaran riendo suavemente.

-Bien, pues tú dirás -dijo al fin el cantante sabedor de que su manager tenía que decirle algo.

-Verás tengo tres cosas que tienes que saber antes de que empiece el concierto. La primera es que he traído a unas chicas para que os animen un poco... ya me entiendes, en estos precisos instantes ya deben de estar aquí.

Discordia miró a través de la puerta que permanecía entreabierta y pudo observar como Repulsión Plástica empinaba una lata de trans junto con una monada rubia que reía junto a él. A su lado unos cuantos hombres transportaban las partes de la batería procurando no molestar. Discordia Sintética se alegró más que nunca de que Pink, su chica, no estuviese allí.

-La otra… -continuó el agente mientras el cantante movía la cabeza de un lado para otro como si todo aquello no pudiese ser de otro modo. –verás, hay una corporación, la Fundación SPER, que ha derribado dos bloques de viviendas a las afueras de este distrito. Sería muy conveniente para el grupo que dijeses algo al respecto.


El cantante volvió a la conversación y asintió mientras se frotaba la barbilla.

-Un movimiento de solidaridad con todos esos desgraciados a los que les han dejado en la calle…

-Sí, suponiendo que eran bloques modelo colmena B-7 de unas cuatro mil viviendas cada uno es muy probable que entre el público haya más de un afectado. El distrito diez es un pozo de miserias y desgracias, por lo que el apoyarles y denunciar sus abusos siempre genera beneficios.

-Vamos Johnny, sabes de sobra que me encantan los beneficios pero no quiero hacer el gilipollas pareciendo tan superficial.- protestó el otro dejando ver los agujeros de la propuesta.

-No es superficial. La causa es justa además de que el derribo de esos bloques no era legal…

-¿Desde cuándo le importa a alguien en esta puta ciudad lo que es legal y lo que no?- preguntó Discordia con aire de consternación más para sí mismo que para su manager.

-Esa es una buena actitud, Psychodelia Discordia siempre se ha caracterizado por decir aquello que la gente necesita oír, por eso sois vosotros los que tocáis aquí. Por eso esta noche toda esa gente gritará tu nombre hasta que sus gargantas se quiebren. -Johnny alzó un puño y lo apretó con fuerza como si pudiese aplastar sus últimas palabras. Su tono de voz, por lo común poco entusiasta dejó entrever energía y confianza.

-Lo cierto es que visto así, tengo que darte la razón, lo que le han hecho a esa gente no está nada bien. Además… será conveniente para el grupo -expresó con cierto desdén como si esa nueva ocurrencia fuera fruto de un sentimiento pragmático natural en él.

-¡Ja! Joder, claro que sí. Mira… lo único que tienes que hacer es entenderlos, tu consigue que esa gente transforme su impotencia en rabia, su miedo en odio y mañana tendremos mil seguidores más. Ese es tu trabajo, el mío es conseguir que todo esto siga moviéndose al ritmo que necesitamos; yo consigo las putas y las drogas y tú los aplausos.

-Tienes una forma de verlo verdaderamente retorcida maldito demonio. –dijo el músico con una mirada cómplice que provocó en su interlocutor una carcajada.

Johnny era como un cerdo enamorado del dinero, manipulador y avaricioso, pero el cantante tenía que reconocer que hacía muy bien su trabajo, lo cual, le beneficiaba. A fin y al cabo necesitaba estar en la cima para poder transmitir su mensaje, su música, su rabia y su venganza hacia aquel mundo.
***
-¿Qué ha dicho? -Discordia Sintética procuró que no se notase que aquella pregunta lo había pillado por sorpresa.

-Ss... Si. Le preguntaba que si tiene pensado responder o hacer algún tipo de comentario respecto a las declaraciones que la señorita Anastasia Dómine, más conocida como “le cri belle” o la musa del alarido, hizo sobre usted el pasado sábado en el festival de “Biosock-GoreCity fest”.

-Por favor señorita… -dijo el cantante despreocupadamente, procurando no alterarse y con intención de ganar tiempo mientras pensaba qué decir.

-April, señor -respondió la otra con rapidez y precisión.

-Señorita April… -se corrigió el rockero mientras pasaba un brazo por el respaldo del sillón mostrando tranquilidad.- creía que el canal trece era un canal serio y no uno de esos que hacen caso de los chismorreos y rumores.

-Pero la señorita Anastasia dijo textualmente que se había muerto el músico equivocado en Psychodelia Discordia. ¿Tienen algo que ver estas duras palabras con el supuesto romance y su correspondiente ruptura problemática entre ustedes hace años?

Discordia Sintética no cabía en sí de rabia. Habían llegado a sus oídos aquellas palabras que con tanto veneno había escupido aquella bella víbora. Antes de que el odio y el desprecio se apoderaran de su mente se apresuró a contestar con la mayor diligencia de la que fue capaz.

-Esas declaraciones estuvieron fuera de lugar pero no son más que simples palabras. -dijo en tono amable intentado restarle importancia al asunto -Si, Anastasia y yo somos viejos amigos pero nuestros caminos se separaron hace tiempo - ¿viejos amigos? Se preguntó a sí mismo mientras mentía. Maldijo su surte y el día en que había conocido a la que fue su novia hacía ya dos años.- Esta algo trastornada… olvídalo.

-Dicen que muchas de sus canciones están dedicadas a ella.

Discordia no podía creer que aquella entrevista se le estuviese escapando de las manos con tanta rapidez. La señorita April estaba resultando ser un verdadero incordio, junto en un momento en el que tendría que estar emborrachándose con el resto del grupo.
***
-Bueno pues si ya has terminado creo que iré a ver si me hago con un par de trans antes de que Repulsión Plastica se las acabe… -le dijo al manager mientras salía por la puerta.

-Lo cierto es que si hay una cosa más que necesito que hagas- dijo con su habitual y tranquila voz haciendo que el cantante suspirara y se diera la vuelta con gesto de cansancio. –El canal trece quiere hacerte una entrevista, la reportera está esperando.

Discordia volvió a mirar a través de la puerta y se fijó en una joven que se encontraba al otro lado de la habitación procurando pasar desapercibida.

-Pues no está nada mal. -mencionó algo más animado. Se quitó  el chaleco y lo dejó sobre uno de los sofás a la vez que tomaba asiento en el otro. –Cuanto antes empecemos antes terminaremos.

-Muy bien, le diré que pase. Yo ahora me tengo que ir pero dejaré a Jacob con vosotros por si lo necesitáis.

 El músico recordó a Jacob tras unos segundos. Era uno de los guardaespaldas de confianza de Johnny. Vestía tan bien como el manager y pero al contrario que éste. Las palabras no eran su fuerte, sino la fuerza bruta y la defensa.
***
-¡Salimos en cinco minutos! -gritó Meggor desde el otro lado de la puerta.

-Bueno señorita April, lamento que la entrevista acabe así pero el deber es el deber…- escupió el cantante a tiempo que se levantaba agradeciendo la peculiar casualidad que le impediría continuar esa amarga entrevista. –La invito a que se quede y se tome algo y… disfrute del concierto.

-¡Suerte!- logró decir la periodista imitando el tono de voz de una necia.

Al quedarse sola en el pequeño cuarto reservado ojeó su placa de datos con aburrimiento. Al cabo de unos segundos se dispuso ha hacer una llamada. Su trabajo acababa de empezar.
***
Ya se oían los gritos y conforme avanzaban por el corto y oscuro pasillo los miembros del grupo podían distinguir con más claridad las luces del escenario. La avalancha de alaridos de los cientos de fans se había activado de pronto ante la inminente salida al escenario de sus recientes idolos. Todos estaban allí deseosos de esos riffs y esas letras que les había tocado por dentro y amenazaba con apresarles en una vorágine de pesado cibermetal procrónico.

Todos menos unos pocos, más atentos en sus gatillos que en el show.