jueves, 26 de agosto de 2010

Capítulo 3: Circuitos y calles I

El piloto rojo de llamada parpadeaba sistemáticamente dando una ligera iluminación al oscuro entorno.

La habitación no era muy grande. Al fondo, frente a la pesada puerta repleta de sistemas de seguridad se  podían admirar unas enormes mesas repletas de herramientas y objetos metálicos que la mayoría de mortales no habían visto en su vida, más preocupados de sus quehaceres y vicios que del porqué de las cosas. Las paredes de ese lado estaban repletas de cables y herramientas de todos los tipos, colgadas en un nefasto intento de organización. Componentes de armas aparecían envueltos en un holocausto de cables y circuitos,  material electrónico desguazado.

A un lado estaba lo que podría identificarse como dormitorio: un humilde colchón sobre un oxidado somier, debajo del cual dormitaba un perro grande y perezoso de un color gris ceniza, unas estanterías repleta de chips de información y mecanismos antiguos y el marco de una pequeña puerta que conducía a un minúsculo baño.  En la cabecera de la cama, junto a las mesas del taller había un pequeño frigorífico. Justo en ese lado, pegado al techo, unas rendijas  reforzadas, de no más de un palmo de alto, ofrecían una minúscula cantidad de luz del exterior haciendo intuir  que a un metro de ellas se encontraba una calle, un distrito, una ciudad.

En el lado opuesto había más de media docena de video monitores dispuestos en torno a una gran mesa de acero, soldada a al suelo por el cual cruzaba un centenar de cables convirtiendo aquel refugio en una jungla de fibra óptica y cobre.  El punto central de aquella monstruosa maquina era un ciberordenador, al cual podían vérsele todos los componentes manipulados un sinfín de veces.  Dos monitores formaban parte del sistema de seguridad: uno pinchado a la cámara de la policía de la calle, retransmitía todo cuanto por ella pasaba y el otro al otro lado de la puerta, enfocando el oscuro y tétrico pasillo del sótano. En otros tres podían seguirse una serie de unos y ceros de un color azul intenso, bajando a toda prisa por la negra pantalla. El resto de monitores estaban entregados a la voluntad de quien estaba sentado frente a toda aquella basta tecnología.

Una pequeña chica, de ojos rasgados y pelo corto tecleaba con la mano derecha de la que podían verse salir unos cables desde atrás de los nudillos, mientras que con la otra seleccionaba opciones en la pantalla más próxima. Su cara era delicada, a pesar del tatuaje que ocupaba parte del cuello y mejilla y los pircings que habían ido incorporándose durante el transcurso de sus poco más de veinte años. Por otro lado la expresión de su rostro alejaba la delicadeza y auguraba una extrema desconfianza hacia todos y firmeza en sus actos.

De fondo, se podía oír una canción perteneciente a un grupo que ya no existía, disuelto hace una década. Los riffs eran rítmicos y pegadizos y las voces agudas y melódicas. La letra, a veces en japonés, otras veces en ingles antiguo, hablaba de viajes al interior de la mente humana, la soledad y el asesinato de lo amado. 自殺の精神 (Mente, o Alma, del suicidio), había sido una gran canción, desde luego que sí.

Al levantarse para conectar una batería al Hologenerador en el que andaba trabajando, vio al fin el piloto que parpadeaba. En apenas unos segundos apagó la música y tecleó sobre uno de los diversos teclados que se disponían frente a ella y estudió la llamada. No podía rastrearla pero sabía quien era ya que se había molestado en identificarse. Aceptó la conferencia.

-Buenas Samishii, creía que moriría esperando. ¿Eres de las que se hacen derogar  eh?- su grave voz ligeramente robotizada y su tono insolente lo identificaban como Malcolm.

-¿De qué se trata Mal?- Llevaba tiempo sin encargarle un trabajo y aunque fuese de esas personas que se andan por las ramas; odiaba a esas personas; normalmente solían ser trabajos sencillos bien pagados, como el ajuste de una docena de rifles inteligentes para aumentar la potencia o mejorar la conexión vía interface. Tareas mínimamente ilegales y altamente rentables.

-¿Quieres que vaya al grano verdad?- tras esperar un par de segundos a una respuesta que no llegaba continuó- supongo que la gente no cambia…  Verás, se han puesto en contacto conmigo cierta gente…

-¿Qué gente, para quién trabajan?

-No lo sé Samishii. Ya sabes cómo son estos ejecutivos de las corporaciones. Siempre con secretos y enigmas…

-Lo siento, no me interesa

- ¡No espera!, verás, están contratando a muchos, tienen un proyecto demasiado grande y necesitan de la ayuda de personas como tú. Créeme, ya he conseguido a uno cuantos y te diré que pagan bien.- su voz se volvió seductiva. El dinero ciertamente era algo que le interesaba a Samishii.

-¿Cuánto?

-Mucho más de lo que ganas con esos trabajitos de mierda. Quieren que te reúnas con ellos en el Residuo Mecánico a las 19:00. ¿Está en tu distrito no?

-Buen intento, pero te recuerdo que no sabes donde vivo, solo tienes una ligera idea.

Mal rió entre dientes admitiendo lo acertado que estaba aquella chica.

-En fin, supongo que te quedarás sin el ramo de flores. Piénsatelo y acude a la cita. Y no olvides mi porcentaje.

Tras esas últimas palabras, en un todo demasiado amistoso para el gusto de aquella ingeniera japonesa, la conversación se cortó.

Se quedó un rato mirando el Hologenerador que tan solo podía reproducir parte del cubo que había cargado. Tras un pequeño silencio pulsó una tecla y en todas las pantallas apareció la hora en números digitales. Eran las 17:28, si salía ahora llegaría a tiempo.

-Pues vale. – dijo para sí al momento que se ajustaba el traje de cuero y las cartucheras de los muslos para las dos pistolas automáticas que la acompañaban siempre que salía de casa. Tras tirar de la cremallera de la larga gabardina de cuero negro y mirar de reojo a su mascota salió de casa activando todos los sistemas de seguridad que hacían de su escondite un lugar seguro.

Recorrió el corredor pasando frente a un par de almacenes y subiendo unas escaleras salió a la calle. El aire golpeaba con fuerza en aquella zona de la ciudad, olvidada por muchos. Al otro lado de la ancha calle se alzaba un edificio cinco veces más alto que del que acababa de salir. Junto a este un descampado lleno de basura se extendía un centenar de metros hasta toparse con otro alto edificio de hormigón y cristal.

Tras diez minutos andando, en los cuales apenas se cruzó con gente llegó a la boca del metro. Junto a las escaleras que se hundían bajo el suelo se extendía una pequeña plaza, arropada por unos anchos edificios que permanecían abandonados desde que los habitantes de aquella zona podían recordar. La suciedad se encontraba adherida a la superficie de las estructuras, en las que de vez en cuando podía encontrarse algún que otro grafiti. Vivir en aquel lugar decadente y estéril tenía ciertas ventajas, pensó la chica, adoraba la independencia y el anonimato que no podría tener de otra manera.

En el momento en que se disponía a bajar las escaleras alguien se le acercó sorprendentemente rápido. Ella acercó las manos a la cremallera de la gabardina mientras daba un paso atrás y se giraba para enfrentarse a la posible amenaza.

-¡No me puedo creer que te haya pillado desprevenida!- Gritó entre risas un joven atlético echando mano a l antebrazo de Samishii.

-Casi te mato pedazo de mierda- dijo enfadada Samishii mientras daba un fuerte tirón con el brazo para deshacerse del joven.

Era Roy, el único que turbaba la cotidiana existencia de la experta en Cibertecnología y Seguridad electrónica. Estaba algo cambiado desde la última vez que se habían visto: los laterales de la cabeza rapados al cero y el resto de pelo distribuido en ordenadas filas de pinchos no parecían quedarle del todo mal. Sus pupilas seguían cambiando cada pocos segundos de color y su vestimenta seguía siendo como siempre: unos pantalones desgastados, que acababan en unas grandes y pesadas botas en las que se veían fragmentos de cadenas y demás y un chaleco, posiblemente de kevlar que llevaba sin camiseta alguna, dejando ver parte de su torso. A Samishii no le hacía falta seguir mirando, sabía que en la espalda llevaba una pistola que ella misma había mejorado hacia un año. En las muñequeras de acero que lucía Roy podían verse clavijas de distintos tipos y una pequeña pantalla  con un escueto teclado.

-Precisamente iba a pasarme por tu casa un día de estos…- comenzó diciendo el pandillero mientras daba un poco de espacio a la chica

-Ya sabes que no me gusta que me molesten- cortó de pronto.

-Que me dirías si quiero que vengas conmigo el sábado. Los chicos y yo iremos a un concierto y había pensado…

-Estoy ocupada.

-¡Vamos, no me vengas con lo mismo, seguro que te viene bien salir un poco!
Samishii se dio la vuelta tras mirarlo de arriba abajo como si intentara adivinar si el pandillero hablaba enserio o no.

-¡Pasaré a buscarte, esta vez no tienes escusa!- consiguió oír Samishii antes de que la tierra se la tragara y dejara atrás al molesto de Roy.

Su mente ya trabajaba en una forma de descartar su “fantástico” plan sin tener que apuntarle con un arma. Eso sería de lo más difícil.

El metro rugía a su paso por el enrevesado sistema de túneles de GoreCity. La iluminación era más bien pobre, dejando unos ligeros parpadeos de vez en cuando. Una mujer comentaba los sucesos del día en una pantalla plana protegida tras una férrea verja en lo alto del vagón.

Había poca gente, un par de jóvenes al fondo con cara de haberse metido demasiado córtex (una sintetización de un ácido que se administra mediante gotas en los ojos, o en caso de carecer de ellos, por vía intravenosa, no obstante, de esta manera sus efectos eran significativamente más contundentes provocando alteraciones en el sistema locomotor e imbuyendo al sujeto en un estado de euforia cerebral), un par de prostitutas más allá y un tipo grande que la miraba seriamente con un rostro estigmatizado por unos implantes de metal que se había añadido a la frente como si fueran pequeños cuernos. Hacía poco que se habían puesto de moda. Odiaba viajar en ese tipo de transporte ya que nunca sabías con quien podías encontrarte.
El tipo se acercó y se paró frente a ella durante unos segundos. Samishii le aguantó la mirada y al poco él sonrió y pasó de largo, hacia el siguiente vagón.

Cuando el tren llegó a la parada de Blue minds, bajó y comenzó a caminar por el arcén. Las oscuras paredes repletas de cables y pantallas con spots publicitarios hacían que recordase su guarida. Entró en unos corredores y subió unas pequeñas escaleras. Al momento, su sistema amplificado de escucha (implantado junto al nervio auditivo mediante una intervención quirúrgica) captó unos pasos tras ella. Disimuladamente bajó la cremallera de su gabardina y giró una esquina. Fuese quien fuese, y quisiese lo que quisiese, ella estaría preparada. En unos segundos pudo oír débilmente como se acercaba alguien al otro lado de la esquina y como se detenía. Ella giró ligeramente la cabeza para intentar escuchar pero fue un error que lamentó al instante. Debería haber desenfundado el arma. El tipo que hace un minuto estaba mirándola fijamente la agarró de golpe por los brazos y la empujó contra la pared.

Su respiración se aceleró.


6 comentarios:

  1. Me mola que te cagas xDD
    A ver si sacas ya mi continuación que mas dejao en bragas... ^^

    Enhorabuena por el blog ;)

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  2. ¿Cómo sale de sta? No puedo quedarme sin leer el siguiente jder.

    Enhorabuena por ese mundo que estas edificando!!

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  3. tienes la segunda parte del capitulo arriba de este. Es el capitulo 4

    Salu2!

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  4. Buen personaje Samishii y se queda interesante...

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