domingo, 22 de agosto de 2010

Capítulo 1: Carretera


El ruido de los vehículos al cortar el aire seguía penetrando por las ventanillas haciéndose notar por toda la cabina. Lenka ya ni siquiera lo oía: había aprendido a ignorarlo, como ignoraba también todo el polvo y la arena que levantaban a su paso las ruedas de los camiones y coches y que había quedado de por vida adherido a su piel. Hasta los aerodeslizadores levantan una inmensa cantidad de polvo a su paso, pensó la pelirroja mientras bostezaba y apartaba la vista del desierto para observar a sus compañeros.
Steel conducía, siempre conducía, con su habitual expresión de seriedad inalterable. Para quien no lo conociese, a primera vista le parecería un peligroso motero, de los de antes, con olor a cuero y alcohol y con un fuerte temperamento que iba a juego con sus rojos ojos ocultos siempre tras unas gafas de lentes de espejo. Detrás, revueltos entre más de una docena de petates, herramientas y cajas se encontraban “Tuerca” y Basile, ambos durmiendo a pierna suelta. Al observar a Tuerca, a Lenka le fue imposible pensar en otra cosa que no fuese en lo mal que le quedaba el pelo sintético que se había injertado tan solo hace unos días en la mitad de la cabeza. El color verde fluorescente no era su color, definitivamente no, pero a él le había parecido genial que al agarrarlo, el cabello se volviese de un purpura cálido.
–¿Cuánto queda?– a pesar de llevar dieciséis meses con aquel grupo de nómadas, de parias de la carretera, Lenka no había podido acostumbrarse a la vida en las autovías fantasma. El eterno viaje, le repetía Steel siempre que la impertinente joven le preguntaba.
–En unas horas habremos llegado a GoreCity– El pendiente de su nariz se movía empujado por sus labios. Normalmente su incipiente barba apenas dejaba ver la boca por la que pronunciaba siempre sus cortas y toscas frases.
A Lenka en un principio le pareció un tipo duro, frio y horriblemente aburrido, pero con el tiempo había podido ver su lado más agradable al ganarse su especial sentido del cariño que se basaba en darle una paliza al baboso de turno y asegurarse de que conocía su cometido y que siempre tuviera algo que hacer dentro de la familia. Todo eso siempre había levantado los celos y las envidias del resto de chicas de la banda. Que se jodan esas zorras, pensó Lenka.
Como bien había prometido su protector, llegaron a medio día. Salieron del coche adormilados, ajustándose las gafas a la cara. El sol azotaba con fuerza en el desértico paraje. A Lenka le habían jurado en más de una ocasión que hubo un tiempo en que no era necesario protegerse los ojos sin temor a quedarte ciego, pero en ese momento le costaba creerlo. Más allá de la duna en la que se encontraban, a un centenar de pasos, se alzaban las ruinas de un pequeño complejo industrial del siglo pasado, seguramente se quedarían allí. Mientras una docena de camiones y más de medio centenar de coches, pequeñas caravanas y motos iban de aquí para allá Lenka centró su vista un poco más lejos. Oscura como la noche se alzaba imponente la que debía de ser GoreCity. Es enorme, pensó la joven. Como si le hubiese leído el pensamiento Steel se adelantó cargando una enorme garrafa de un líquido azul oscuro y se apresuró a decir:
–¿Impresionada? Claro que sí, jodida cría… Allí viven al menos ochenta millones de personas, es un gigante rodeado de tierra y polvo. En ella puedes encontrar prácticamente de todo, ya sabes... vicio y esas cosas. Por lo que sé el tráfico de armas y equipos cibernéticos es casi una tradición en GoreCity. Nos viene de perlas.
Le encantaban las ciudades. Para la joven de veintitrés años las metrópolis tan solo significaban una cosa: diversión. La observó relamiéndose, ajustó su ciberóptico y amplió la imagen. Una capa de polución cubría los altos edificios, los cuales se contaban a miles. Al escuchar el ligero y casi imperceptible “clik” que profirió su ciberimplante recordó con dolor los 800 pavos que le había costado. Aun vendiendo su ojo original aquello había resultado caro. De todos modos eso pertenecía a un pasado mucho más peligroso e intenso que su vida actual. A su lado Basile bostezó.

Mientras echaba una mano a Tuerca con el motor de un buggy, el resto levantaba el asentamiento y su correspondiente perímetro de seguridad. Refugiarse a las afueras de las ciudades podía resultar igual de mortal y peligroso que viajar por las muertas carreteras de ese mundo hostil.
Steel los llamó gritando sus nombres. Tuerca se limpió la grasa en los pantalones mientras Lenka se apresuraba a dejar las herramientas que estaba usando con un suspiro. Le gustaba la mecánica pero las reparaciones rutinarias la aburrían.
–¿Qué quieres jefe?– dijo el chico burlonamente cuando llegaron frente a Steel.
–Darte de ostias de aquí a la casa de tu puta madre. ¿Te parece?
El mecánico asintió como si la idea le entusiasmase. Se le veía pequeño frente a Steel.
–A ver… Precursor quiere que vayamos a la ciudad para comprar unos recambios y encargar un montón de munición. La mierda de la última noche nos dejó casi sin balas. Del calibre 12 no nos queda ni una– Lenka sonrió, había conseguido pegarle un tiro con su rifle a uno de aquellos cabrones. –…Iremos nosotros y Fabio.  Salimos en una hora. ¿Ok?
Asintieron y volvieron de camino al buggy, pensativos. Tuerca cogió el soldador y se lo ajustó a los cables que sobresalían de su muñeca con una expresión divertida. ¿A quién podía divertirle tener una batería en el antebrazo? Sin lugar a dudas a un mecánico como aquél, el cual se había arriesgado a perder el brazo por un capricho como ese. Era su estilo.
–¿Crees que nos dejaran pasar la noche allí?– preguntó distraído mientras soldaba dos piezas del chasis
–Ni de coña. ¿Por cierto, tienes crédito?
–Algo, puede que ciento cincuenta eurodólares, quizá más si le pido al capullo de Ben lo que me debe. ¿Por qué quieres saberlo?
–Porque esta noche, habrá que ver lo que se cuece en esa ciudad maldita.
–Drogas, putas, violencia… lo de siempre– al ver la sonrisa que adornaba la cara de su amiga añadió –La última vez casi nos matan. Recuerda a aquellos camellos…
–Vamos, nenaza, siempre te lo pasas bien, además, esta vez tenemos pasta– dejó escapar una sonrisa mientras le golpeaba en el hombro a su compañero de fiestas.
–Está bien, pero me cogeré la ingram  por si acaso… y un par de cargadores.



6 comentarios:

  1. Interesante introduccion, aver los demas personajes que tal :)

    ResponderEliminar
  2. acabo de ver este blog y me encanta, sigue asi !!

    ResponderEliminar
  3. Se deja leer muy bien este primer capítulo y es de agradecer un blog como este para los amantes del género Cyberpunk.

    ResponderEliminar

Tus comentarios ayudan a mantener con vida el blog.
Dale una oportunidad.
¡Gracias!