Sintió que las nauseas alcanzaban un punto máximo.
Si hubieran tardado un segundo más en salir a la calle, Samishii estaba segura
de que habría vomitado sobre toda aquella gente. La gran cantidad de individuos
que iban de aquí para allá sumados a la dificultad de alcanzar la puerta habían
convertido el pequeño tramo en un infierno. Alguien había tenido la inoportuna idea
de morir justo en la salida, lo que había provocado que los pocos que salían
por ahí se tropezaran dificultando el paso a los que los seguían. Por lo
general la ingeniera no soportaba estar rodeada de tanta gente, además de
aborrecer ese grado de violencia absurda que había alcanzado la situación. Los
disparos habían dejado de oírse y solo sonaba uno cada cierto tiempo creando un
paréntesis en los alaridos y gritos.
Al llegar a la calle se hicieron a un lado junto
con una docena de personas que habían tenido la idea de mirar a su alrededor
antes de lanzarse hacia la salida principal. La japonesa no quiso pensar si
quiera en lo que estaría pasando allí.
-Deberíamos ir hacia adelante… la policía no
tardará en venir. –dijo entre jadeos Roy mientras estudiaba el callejón.
-¿Temes que te registren? –preguntó con tono mordaz
la chica.
Estaba apoyada en la pared con los ojos cerrados,
intentando imaginar que se encontraba en algún lugar apartado sin tanto
psicópata, yonki o simplemente, ser humano.
-No creo que registren a nadie, esto es el distrito
diez, aquí no hay ricos, ni gente importante, ni siquiera hay un sector de la
población que opere en alguna fabrica o corporación de importancia. Las
empresas de aquí traen a sus propios trabajadores de otros distritos. No… aquí
la policía no tiene por qué ser amable.
-Ahórrate tus llantos. –contestó Samishii con burla
pero teniendo muy en cuenta lo que su amigo acababa de mencionar.
No tenía duda alguna de que lo que decía era cierto,
Roy y su banda pertenecían a una organización de varias formaciones
independientes llamada HumanF. Él
había estado en unas revueltas hacía poco menos de un año en el barrio tres de
aquel distrito. Más conocido como Coal,
ese barrio se había visto privado de suministros básicos para la vida y como
respuesta se habían organizado revueltas y actos de terrorismo urbano, lo que a
su vez había desembocado en una ola de violencia y arrestos indiscriminados por
parte de las fuerzas de seguridad de GoreCity
y de algunas corporaciones. Aquello había sido una maldita guerra. Les habían
atacado con descargas eléctricas de alto voltaje, con gases lacrimógenos, con
munición explosiva y hasta habían recurrido a los dispersadores de masas MW25 basados en microondas que hacían
que te hirviese la piel. «Por eso le gusta esta ciudad y sobretodo este distrito,
es capaz de convertir a alguien en un veterano de guerra sin ni siquiera salir
de un edificio en toda su vida», pensó mientras caía en la cuenta de lo
distintos que eran.
-¿Y tus amigos? –le preguntó más por hacer tiempo
que por interés.
-Estarán bien, saben cuidarse solos. Además saben
que esta cita era importante, seguro que no les importa que tengamos un poco de
intimidad…
Samishii iba a responder con palabras cargadas de
veneno a la provocación del pandillero que ya mostraba esa típica sonrisa
descarada cuando algo captó su atención. Por un instante luchó por no creerlo
pero al poco se le tensaron todos los músculos y calló en la cuenta de que
estaba metida en un gran problema.
A poco más de una treintena de metros, se acercaban
dos tipos trajeados que no podían ser otros que los que habían estado esa misma
tarde en la puerta de su refugio. Maldiciendo y preguntándose cómo podían
haberla encontrado agarró a Roy por el brazo y comenzaron a andar hacia su
izquierda. Mientras el ruido de sus botas al caer con fuerza sobre el asfalto
era amortiguado por los gritos de la gente, Samishii comenzó a trazar un
sencillo plan. Cuando llegaran a la parte de atrás del local desenfundaría su
arma y esperaría a esos dos hijos de puta, una vez los hubiese acribillado les
sacaría hasta la última respuesta, si es que seguían con vida para entonces.
Desenfundó el arma al oír disparos más adelante y
pudo ver como su amigo hacía lo mismo. Pero al girar la esquina se encontraron
con una oscura calle en la que parecía haber habido una guerra. Había un tipo
disparando a un coche sin discreción alguna. Iba caminando hacia el vehículo,
disparando con el arma apoyada en la cadera. Llevaba unos vaqueros desgastados
y un chaleco repleto de clavos, cadenas y unos pequeños tubos fluorescentes que
cruzaban las costuras con un tono rojizo.
Aquel lugar estaba lleno de pirados que querían
matarse unos a otros, no entendía nada pero sabía que quería salir de allí. Entonces
el loco de la ametralladora se percato de su presencia y se giró con la
intención de matarlos pero Roy ya contaba con ello así que se apresuró a levantar
su arma. Antes de que completase el giro, el tipo cayó al suelo con estrepito,
soltando un largo chorro de sangre de su clavícula y su cuello. El arma del
joven era un modelo potenciado y Samishii sabía que usaba munición perforarte
por lo que las probabilidades de que aquel individuo se levantase de nuevo se
reducían a que hubiera podido costearse sofisticados recubrimientos
subcutáneos, cosa que dudaba de un matón de gatillo fácil como aquel.
La calle pareció quedarse en silencio durante unos
segundos que parecieron saber a gloria a todos los integrantes de aquella
peculiar escena. La joven se asomó por la esquina para ver si continuaban
siguiéndolos. Allí estaban, los dos tipos trajeados habían alcanzado la puerta
lateral y parecían estar buscando a alguien. Por un momento deseó que entraran
en el local y se perdieran pero no contaba con ello. Los habían visto, de eso
estaba segura, así que en cuanto no la encontraran entre la pequeña multitud
irían hasta allí.
-Deberíamos irnos –Dijo el pandillero de forma
tajante. La mirada de la ingeniera le bastó para saber que tenía que decir algo
más-. No sabemos cuántos de esos hijos de puta hay por aquí ¿Y si este tío que
me acabo de cargar tiene algo que ver con ellos? –Suspiró para coger
fuerzas-. Samishii, deberíamos
desaparecer de aquí cuanto antes.
Samishii le aguantó la mirada unos instantes y
después asintió. Por mucho que odiase admitirlo, tenía razón. Todo aquello
estaba resultando ser demasiado raro, demasiado violento y demasiado peligroso.
Se juró que resolvería el asunto cuanto antes y que si era cierto que la
estaban buscando acabarían encontrando una bala en su cabeza, fueran quienes
fuesen. Comenzó a perderse en sus pensamientos pero hizo un esfuerzo para
volver al mundo real. Lo primero era salir de allí: volver estaba descartado y
entrar al Laser del Infierno por la
puerta trasera no parecía una opción muy alentadora.
Un estrepito llamó su atención. Oyó unos gritos que
venían del único coche de la calle, el cual estaba hecho pedazos. De pronto la
puerta se descolgó cayendo sobre el asfalto y de ella salió un tipo enorme
tosiendo y escupiendo sangre.
-¿Se puede saber qué coño estás haciendo joder? ¡Te
van a matar y después me van a matar a mí y a este saco de mierda! –Escuchó que
decía una voz desde el interior.
El grandullón llevaba una pistola y al verlos la
levantó con una rapidez muy poco propia para un hombre con semejantes heridas. Era
como si estuviesen viendo un cadáver: estaba lleno de sangre y en su cara
desfilaban una veintena de cortes profundos.
Roy también le apuntó.
-¡Esperad! –Samishii gritó mientras estudiaba su siguiente
paso.
Estaba claro que aquel tipo y fuera quienes fueran
los que estaban dentro no simpatizaban con los pistoleros, por lo que había
ante ellos una posibilidad para salir de allí.
-¿No os arranca el coche? –preguntó como si nadie estuviera
a punto de disparar.
El tipo pareció estudiar la pregunta pero su
castigado rostro no exhibía ni una pizca de convicción. Pero entonces por el
agujero de la puerta se asomó un tipo delgado, con unas gafas oscuras adheridas
a sus mejillas y una cresta de rastas. Se llevó la mano a la cara y se quitó
las gafas lentamente. Sus ojos se clavaron en los de Samishii y pudo sentir
como la estudiaba con descaro. Esbozó una sonrisa arrogante y dijo:
-No va el navegador, ¿alguna idea, encanto?
-Suficiente como para salir de aquí. –Respondió a
regañadientes mientras se acercaba al coche, dejando al tipo grande de los
cortes y a Roy mirándose como si fuesen a sacarse las tripas de un momento a
otro.
Discordia Sintética sabía que Jacobo no aprobaba
aquello pero no le importaba. Aquella chica parecía estar muy segura de sí
misma por lo que era posible que supiese lo que se hacía, prefería probar
suerte con una desconocida a esperar allí a que surgiera otro psicópata a
dispararles todo el plomo del mundo y arrojarle cadáveres sobre su valioso
cuerpo.
La chica entró sin mirarle siquiera y se puso a
observar el estropicio en el que se había convertido todo el panel de control
del coche. Castigo Corporal la miraba con la boca abierta, como si no hubiera
visto una mujer en su vida. Lo cierto es que era guapa, tenía un encanto
peculiar en el que se entremezclaban la belleza más delicada y una fuerza y
entereza poco común. Sus movimientos, los gestos en su rostro repleto de
piercings y su silenciosa respiración hacían que la envolviese un aura especial
que solo rodeaba a personas excepcionales. Discordía estaba convencido de saber
sobre esto mejor que nadie, al fin y al cabo, para él no existía mucha gente
tan excepcional como él mismo.
-¿No nos hemos visto antes verdad encanto?
–preguntó como si estuvieran en un bar y nadie quisiera matarle.
-No me llames encanto –le cortó la joven japonesa
apartándolo para que le dejase más espacio.
Sacó un terminal y lo conectó al navegador. Una
serie de crípticos comenzaron a desfilar por la pantalla y en su frente se
formó una arruga. Luego sacó un destornillador que llevaba en el cinturón y lo
exhibió jugando con él tal y como hacía Castigo Corporal con las baquetas. Desmontó
la pantalla del navegador en cuestión de segundos.
-¡Samishii, date prisa joder, están viniendo!
–Gritó un tipo desde fuera.
«Así que se llama Samishii», pensó mientras
observaba su ceñudo rostro repleto de adornos y pendientes. Parecía absorta en
su tarea, como si no hubiese nada más en el mundo. Seguramente no le había
reconocido, exacto, eso era. Se aclaró la garganta y se sacudió los cristales
de su chaleco antes de volver a hablar pero entonces ella profirió un gruñido
mientras pateaba con la suela de su bota todo el cuadro de mandos.
De dos patadas consiguió romper la pieza así que
solo tuvo que hacer palanca con el destornillador y desmontó la ahora inútil
pantalla y las planchas de alrededor. ¿Pero qué coño estaba haciendo esa loca?
Se lo había cargado todo. ¡Ahora sí que estaban jodidos!
-¡Mierda! –Le gritó mientras gesticulaba con las
manos-. ¡Estamos jodidos, jodidos de verdad!
Pero entonces el coche arrancó.
-¿Qué cojon…? –La pregunta murió en sus labios.
-He jodido todo el sistema y luego he hecho un
puente. –Se apartó el pelo de la cara y lo miró directamente a la cara -.
¿Algún problema estrella del rock?
Discordia asintió satisfecho, aquella pirada de los
cables le había reconocido. Aunque no parecía muy impresionada, algo era algo.
-¡Roy, vámonos pero ya! –Samishii se giró para
buscar a su amigo y al gigante de la coleta del el traje ensangrentado pero
volvió a tener una desagradable sorpresa.
Una chica pelirroja sujetaba con una sola mano un
rifle enorme con el que apuntaba a quemarropa al grandullón del traje, que no
podía hacer otra cosa que quedarse mirando con la espalda pegada al coche. Roy,
por otra parte, apuntaba a la joven con su arma sin saber qué hacer. Pero la
chica no les prestaba atención, miraba a Samishii directamente a los ojos. En
aquella mirada había un fuego tan intenso como el rojo de su propio pelo. No
parecía importarle nada. Con el brazo libre sostenía por el hombro a un joven
gravemente herido y a punto de desmallarse.
-Seguro que hay sitio para dos más. –Sugirió Lenka
con los ojos llorosos por la rabia.