¡Ciclos, confusos, de sangre y fuego!
¡Soldados a la piel por su propio dueño!
¡Hoy, huyen mutilados de su propio cuerpo!
¡El mañana no estará, para él habrá muerto!
¡Hoy, huyen mutilados de su propio cuerpo!
¡El mañana no estará, para él habrá muerto!
Las luces parpadeaban haciendo que los movimientos de todos
los de su alrededor se volviesen lentos. Los decibelios de los gritos y
silbidos de la muchedumbre eran superados tan solo por la música, que rugía
como una bestia salvaje. Lenka jamás había escuchado algo parecido en sus
veintitrés años de vida. Cierto era que su vinculación con la música nunca
había pasado de algún pequeño concierto en pequeñas poblaciones costeras, y eso
había ocurrido cuando aún se dedicaba a la piratería, cuando aún estaba él…
Pensar en el pasado le provocó una punzada en el pecho así que intentó dejar de
pensar en ello y disfrutar del momento.
Los riffs eran sencillos y rápidos; como si tuviesen que
llegar pronto hasta ti y colarse bajo tu piel; como los del grupo de la noche
pasada, solo que estos lograban ser auténticos y filtrarse en el interior de tu
cabeza. Los samples jugaban con melodías entrecortadas arañándole el
protagonismo a un bajo pesado y arrollador. Todo iba rápido, al ritmo que
imponía una frenética batería.
Se encontraba fascinada por toda esa descarga de furia y
odio concentrado, por esas letras decadentes que no lograba entender del todo,
por esa voz desgarrada y visceral, por el show y por los músicos.
El bajista lucía un ciberbrazo
que ni siquiera llevaba cubierto de piel artificial y en su torso desnudo se
apreciaban cientos de tatuajes lumínicos. Sin embargo sus gestos obscenos y su
inagotable capacidad de moverse de aquí para allá no conseguían eclipsar al
cantante, que permanecía en el centro del escenario atrayendo gran parte de las
miradas. Tras estudiarlo ligeramente dedujo que era atractivo y aunque sus ojos
no podían verse a través de esas gafas de ahora lentes rojizas, podía intuir
que estaban cargados de fuego. Tecnopelo seguramente, pensó la mecánica
al ver la cresta de rastas verdes y rojas.
Cuando notó unas manos deslizándose por sus caderas todo el
espectáculo dejó de importarle y se puso alerta preparada para cualquier tipo
de ataque, pero al ínstate volvió a bajar la guardia ya que el oportuno
individuo se había topado con el bulto del rifle de su espalda y había
preferido guardar distancias o buscarse otro ligue. Lenka sonrió ligeramente,
sin temor a exhibir lo mucho que le gustaba despertar, tanto en hombres como en
mujeres, ese tipo de deseos. Se recolocó el abrigo y miró a su alrededor: todos
parecían absortos en el concierto, disfrutando de la sesión de rock procrónico. Junto a él un tipo
enorme meneaba la cabeza rápidamente mientras bebía una cerveza trans. Su cara estaba completamente
tatuada por unos tribales de amarillo fluorescente que hacían juego con los
cables del mismo color que cruzaban su brazo desde el cuello hasta la mano. Dos
chicas, una con una máscara de gas y la otra con los ojos de gato y dientes de
plata, saltaban y gritaban delante suya como si les fuese la vida en ello. Entre
canción y canción intentaban llamar la atención del cantante llamándolo y
provocándolo. Discordia Sintética, así es como se llamaba el carismático músico.
Continuó mirando a su alrededor hasta que encontró a alguien
que le llamó la atención. A pocos metros a la izquierda de ella se encontraba
la japonesa que había visto entrar hacía ya una hora con aquella banda. Los
chicos del pañuelo rojo estaban a su alrededor disfrutando del concierto como
el que más pero ella permanecía seria con los brazos cruzados. Junto a la joven
un tipo de la banda le decía algo al oído. A Lenka, el chico le pareció guapo
en exceso con un gesto de desenfado en el rostro que lo hacía agradable. La que
debía ser su novia, la joven japonesa, asentía mirando a su alrededor, prestando
poca atención al espectáculo.
-¡Sois de… puta madre hijos de GoreCity! –gritó Discordia Sintética
mientras alzaba su puño derecho y dejaba que los gritos continuaran durante un
rato. Cuando los samples de la canción que acababan de tocar cesaron continuó
-¡Hoy, es una noche muy especial pues como ya sabréis Psycholedic-Discordia presenta nuevo tema…! –calló durante unos
segundos saboreando el estallido de aplausos, gritos y demás alabanzas - ¡…
pero no pensamos tocarlo hasta que no lo pidáis de verdad!
Una nueva avalancha de gritos volvió a los oídos del
cantante que no podía más que disfrutar del momento. Le encantaba saber que
tenía a toda esa gente bajo su pequeño encantamiento de música, sombras y
luces. Él sabía que debía decir todo aquello para enardecerles, para crear el
clímax adecuado. Debía ser así pues era de vital importancia que conquistasen
aquella ciudad pedazo a pedazo, concierto tras concierto. Estaba convencido de
haber nacido para ello y por eso su determinación era absoluta, o al menos eso
se hacía creer a sí mismo para que todo saliese según lo planeado.
Cuando la muchedumbre comenzó a pedir “muere, puta, muere”, el cantante, compositor, guitarrista y
cofundador de Psycholedic-Discordia
asintió satisfecho. Ahora tenían toda su atención.
-¡Hijos de GoreCity, hace unos días se perpetró un crimen
atroz no muy lejos de aquí! Miles de personas fueron privadas de sus hogares.
Esa gente, expoliada y humillada, no ha podido más que resignarse a aceptar las
migajas que les han arrojado. No hace falta que os diga quienes son los
responsables de este imperdonable crimen. ¡La
Fundación SPER! –Ahora los gritos eran de odio y rabia, de solidaridad y
violencia. –¿Pero pensáis que esos cerdos actúan solos? ¡No! La policía se ha
cruzado de brazos ante esta putada. –Meter a esos cerdos defensores de la “ley”
por medio siempre funcionaba. -Esos hijos de puta creen que pueden poner sus
laboratorios y su mierda donde les plazca pero hoy les demostraremos que no es
así. ¡Esta noche temblará todo el décimo distrito por miedo a sus verdaderos
dueños! –Mientras alzaba las manos intentado abarcar a toda la multitud
que se revolvía como un animal indomable empezó a distinguirse un sonido
similar al de una maquina en funcionamiento.
Una rápida mirada a Repulsión Plástica y a Castigo Corporal
le bastó para dar comienzo al hit.
Mientras deslizaba los dedos por los trastes desprovistos de
cuerdas de su guitarra y daba paso al riff principal, Repulsión se dedicaba a
provocar a los de la primera fila gritando, escupiendo y sacando la lengua. La
batería comenzó a sonar a los pocos segundos y tras una intro corta y ligera
llegó un silencio que pareció enmudecer toda la sala, las luces se apagaron
durante el segundo que duró el parón instrumental para volver a encenderse en
una orgía de destellos y sonido arrollador que inundaron la sala de adrenalina.
Tras el estribillo en el que todos se sumaron al “muere, puta, muere” que dictaba fielmente la letra Discordia no
cabía en sí de júbilo. El concierto estaba llegando a su fin y ya podía
clasificarse como un éxito redondo. Dentro de poco viviría a cientos de metros
de polvoriento suelo, en otro barrio, o incluso en otro distrito y no tendría
que volver a lidiar con gente como el Gerente de su edificio o cualquier otro
“mierda”. Mientras saboreaba el inminente éxito un joven con una camiseta de Psycholedic-Discordia llena de agujeros y la cara y los brazos repletos de piercings, microleds subcutáneos y tatuajes térmicos saltó la valla de
seguridad, consiguió escabullirse entre los dos gigantones de seguridad que se
encontraban frente al escenario y subió a él tambaleándose extendiendo los
brazos hacia el músico y con una expresión de entusiasmo y regocijo en la cara.
Pronto vendría Jacob y lo sacaría de una ostia pero antes de que eso pasará ¿por
qué no darle un abrazo para que todos vieran lo mucho que quería a sus fans y
lo cerca que estaba él de todos ellos? Alzó la mano derecha mientras que con la
izquierda seguía presionando los trastes y se la extendió al chico para que se
alzara. Fue en ese momento, por encima del hombro del joven, cuando lo vio.
A Samishii no le gustaba mucho
el grupo, había visto a demasiados como aquel. Todos parecían ser los mejores y
haber reinventado la música pero la verdad era que no hacía más que la misma
mierda. A ella le gustaba declararse fiel a grupos más antiguos, con mensajes
más retorcidos y encriptados y no tan vehementes y tan repletos de crítica
social.
-Crítica social, vaya mierda. –Pensó la ingeniera mientras
conseguía distinguir entre la amalgama de sonidos unos punteos de bajo que le
agradaban.
Roy seguía hablándole de una pelea que había tenido con
Marco, otro de los cabecillas de la banda pero ella apenas le escuchaba. Y no
es que no pudiera oírle, con el sistema amplificado de escucha que tenía en su
oído interno hubiese podido entender todo lo que le decía a pesar de la
cantidad de gritos y ruido del abarrotado concierto.
Distraídamente se dedicó a mirar a su alrededor intentando
no pensar demasiado en los dos tipos que habían ido hasta su casa. ¿Serían
capaces de burlar la seguridad de su humilde hogar? Tendrían que esforzarse
mucho, pensó la joven a la vez que buscaba a tientas su arma sin querer
reconocer que aumentaba su nerviosismo. Respiró con fuerza varias veces y
volvió a mirar a su alrededor con aburrimiento. La gente la sacaba de quicio:
Un tipo sudoroso envuelto en un pesado abrigo no paraba de ir de un lado a otro
cerca de ellos, buscando seguramente el mejor sitio para ver al pretencioso
cantante. También había unas niñatas que no habían parado de gritar desde que
el concierto había empezado, junto a éstas un par de jóvenes estaban
inyectándose con jeringuillas electrónicas algún tipo de droga y por supuesto,
cerca de donde estaban había una pareja fornicando entre la muchedumbre. Se
encogió de hombros y procuró disfrutar del estribillo, al fin y al cabo no
estaba tan mal. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo. Cuando un gilipollas del
público se subió al escenario Samishii logró ver como el hombre sudoroso del
pesado abrigo se deshacía de éste
sacando un AK-447 y apuntaba al escenario.
La adrenalina se disparó de pronto en su cuerpo y mientras
señalaba a aquel tipo para que Roy lo viera echó mano a su pistola automática
sabedora de que posiblemente la necesitaría en pocos segundos.
Ese loco le estaba apuntando a pocos metros de distancia y
tan solo tenía unos instantes para actuar. Justo en el momento en el que el
tipo apretaba el gatillo el instinto de supervivencia de Discordia provocó que
se encogiese tras el joven que acababa de subir al escenario.
“GoreCity es una
ciudad de contrastes”, es lo que decía siempre el antiguo batería del grupo.
Y no estaba equivocado. Al recordar el antiguo dicho no pudo evitar darle la
razón ya que en un segundo la sala se transformó en un verdadero infierno.
Mientras la música paraba de golpe sustituida por un sonido sordo y estridente,
el joven fan, antes alegre, se convulsionaba ante la veintena de balas que
entraban en su cuerpo por su espalda. El cantante quedó petrificado ante la
lluvia de sangre que recibió al instante y no pudo moverse hasta que notó dos
fuertes golpes en el pecho. Tras esto el cuerpo deshecho del chico calló sobre
él.
En un primer momento nadie movió un solo dedo pero cuando el
tipo del fusil cambió de objetivo, frustrado por el fortuito parapeto del
cantante, y se puso a disparar por todo el escenario, la muchedumbre se dejó
llevar por el pánico.
Otro tipo desenfundó
un subfusil de calibre medio y se sumó al anterior. La gente corría de
aquí para allá y cuando alguien tropezó y empujó a uno de los dos pistoleros
éste, quizá por instinto quizá o por furia homicida, se puso a disparara a la
multitud, matando o hiriendo a media docena de personas. La casualidad quiso
que una ellas fuera T, un motero de la
banda de Roy, el cual recibió un balazo en el cuello. Como si hubieran apretado
un botón, todos los integrantes del comando GEN desenfundaron sus armas y se
pusieron a disparar respondiendo al ataque. Samishii sacó el arma y se alejó
unos metros. T estaba tendido en el suelo con una mano presionando su
ensangrentado cuello. Podía oír disparos desde varias partes del local, para
entonces todo el que llevase un arma ya estaría disparando o a punto de
hacerlo.
-¡Tenemos que salir de aquí!- le dijo Roy al oído mientras
señalaba una puerta lateral por la que comenzaba a salir gente, aunque la mayoría
se desplazaba a empujones hacía el fondo del local, donde las puertas eran más
grandes y la reyerta más lejana.
Lenka sacó su rifle y procuró mantener el equilibrio con sus
pesadas botas ante la avalancha de empujones que recibía. Justo cuando el bajista
caía abatido por dos disparos, uno de los pistoleros moría debido a una docena
de balas de punta explosiva que le volaron parte de la cabeza. Aquellos tipos
del pañuelo rojo se habían vuelto completamente locos y no paraban de disparar.
Fue en ese momento cuando decidió que debía salir de allí. Ya se disponía a
correr en dirección a la entrada cuando una imagen familiar la hizo recular.
Alguien con el pelo de un color verde sintético muy característico se deslizó
durante un segundo a una treintena de pasos de donde ella estaba. Cuando estuvo
a punto de perder el interés volvió a verlo y esta vez no le cabía duda. Tuerca
estaba allí y acababa de salir por una puerta lateral de local. Corrió como
pudo entre la gente que gritaba y huía. Por el camino vio como apuñalaban a un
tipo y como otros eran pisoteados por los demás. Hasta a ella misma le pareció
pisar en más de una ocasión algo parecido a un miembro o un torax. Pero no
podía detenerse, si encontraba a Tuerca todo aquello terminaría y podrían
volver con el resto del clan, a las afueras de la ciudad.
-¡Mierda, mierda me han dado joder! –exclamó Discordia Sintética
mientras se echaba la mano al pecho.
Tardó unos segundos en quitarse de encima aquel saco de
carne en el que se había convertido el joven fan. Mientras las balas silbaban
por encima de su cabeza el rockero miraba alarmado todo su cuerpo. Era incapaz
de saber si estaba herido o no ya que se encontraba empapado de sangre. Dolorido,
se incorporó en cuanto las balas dejaron de caer sobre el escenario. En mitad
de la pista había al menos seis tipos disparándose entre sí. No quiso esperar a
ver quien ganaba así que corrió hacia el backstage. Por el camino se encontró
con Repulsión Plástica, le habían herido y un charco de sangre envolvía su
figura. Le pareció verlo respirar pero no se detuvo por temor a que una bala
perdida acabase en su cabeza. Estaba desarmado y encima de un escenario, ¿qué
podía hacer? En cuanto llegó a la sala se encontró con un Castigo Corporal
alucinado, entre un par de putas, ambas asustadas. El batería se había dado más
prisa que él.
No pudo siquiera pensar en todo aquello pues Jacob y otro guardaespaldas
le sorprendieron por la espalda con un empujón.
-Rápido, tenemos que irnos, tengo que poneros a salvo.- Dijo
con voz seria ignorando el grito del cantante ante la sorpresa.
Cuando Lenka consiguió salir a la calle con el rifle en alto
esperaba encontrarse con la cara de su compañero de aventuras, pero no fue así.
Mientras unos pocos salían junto a ella y se desplomaban en el suelo o corrían
hacia la calle, ella buscó con la mirada desesperadamente a su amigo. Su
instinto le dijo a donde debía dirigirse así que corrió en la dirección
contraria a la del resto y fue a parar a la parte de atrás del Laser del Infierno.
Al llegar a la esquina vio, a unos veinte metros de ella, a
dos tipos que golpeaban a otro. Lo tenían contra la pared y le apuntaban con
una pistola. No le hizo falta agudizar la vista ni recurrir a algunas de las
aplicaciones de su ciberóptico para
saber que se trataba de Tuerca. Esos dos tipos le estaban pegando una paliza y
si no llegaba pronto acabarían con él así que echó a correr. Intentó aplastar
las cientos de preguntas que se agolpaban en su mente y levantó el rifle
mientras gritaba –¡Dejarle en paz cabrones! –los matones desviaron su atención
hacia la pelirroja que se les acercaba gritando y uno de ellos la apuntó con su
arma.
Había llegado el momento, era ahora cuando se decidiría su
final. A los veintitrés años de vida y con cientos de experiencias a sus
espaldas se encontraba en el callejón más oscuro de una ciudad desconocida para
ella a punto de morir. No le importaba, si debía morir, moriría, pero se
llevaría por delante a cuantos hijos de puta pudiese. Tanto el desconocido
matón como la joven nómada estaban a punto de apretar los gatillos cuando entre
ellos se abrió una puerta y salió una chica completamente desnuda seguida de cuatro
hombres; dos de ellos serios y disciplinados como militares y otros dos
empujándose y maldiciéndose como animales camino del matadero.
-Me cago en la puta, se han cargado Repulsión, tenemos que…
-¡Cállate jodido gordo, hay que salir de aquí ya, olvídate
de… -las palabras murieron en la garganta de Discordia Sintética al verse
envuelto en otro infierno que aun estaba por desatarse.
A unos cinco metros a su derecha, una joven pelirroja de un
indudable atractivo, que no le pasó desapercibido ni siquiera en aquel momento,
se había detenido de golpe apuntando en su dirección con un arma enorme y les
observaba con una expresión en el rostro que decía “¿De dónde coño salís
vosotros?”Al otro lado dos hombres con pinta de rateros apuntaban en dirección
contraria a la de la chica. En sus caras podía leerse el mismo mensaje.
El tiempo pareció detenerse durante un instante. El cantante
nunca imaginó que moriría de esa forma tan patética. Sintió lastima por toda la
gente que no lograría disfrutar de su arte y se maldijo por no haber seguido
corriendo como había hecho la puta.
La ansiedad creció como el humo en un incendio y en apenas
dos segundos alguien disparó.